Perdón y redención
La guerra de los Balcanes ha sido objeto de revisionismo cinematográfico como parte de una temática ultra abordada por la cultura actual. En Sarajevo, mi amor encontramos un film dueño de más virtudes que defectos, que refleja un cine de indudable identidad social.
Grbavica es el nombre de un castigado barrio de Sarajevo durante la crisis balcánica, y entre cuyas ruinas empieza una reconstrucción urgente que afectará a generaciones enteras donde miles anónimos intentan rehacer su vida como puedan. Sarajevo, mi amor es la relación entre una madre y una hija y la reconciliación de ambas cuyo mundo ha sido aniquilado por la cruenta contienda.
El film contrapone su mensaje entre la intensidad y la tensión de una madre buscando sobrevivir y la imagen del mundo vista a través de una joven que, no sin obstáculos, consigue mantener a salvo su tempestuosa adolescencia en un ambiente donde el mañana es más una probabilidad que una certeza, adquiriendo la comprensión de su presente (y la ausencia paternal) que implica la transición hacia su madurez.
La sufriente relación entre madre e hija son el eje central del argumento, un crescendo dramático al cual se le van añadiendo progresivamente otros elementos, si bien su mensaje reside en la imagen del mundo vista a través de una niña cuya trascendencia en el mundo se encuentra llena de incertezas y ausente de posibilidades.
Evitando todo tipo de sensiblerías, el dramatismo es afrontado con un aire esperanzador pese al difícil terreno en el que se mueve, si bien por momentos propensa –y perjudica- al film a cierto desequilibrio a la hora de insertar a sus personajes dentro de la trama. El escenario, entendido como una abstracción, es apenas una de las innumerables tragedias, muchas todavía desconocidas, de una guerra cerrada en falso e ignorada por los más poderosos. Este pasado traumático del que muchas generaciones han sido testigos se confronta con este presente y sus generaciones nuevas quienes ponen a prueba su capacidad de asimilación.
La película parece querer romper con la inercia de la sociedad bosnia y del cine balcánico, ofreciendo una posibilidad de cambio frente a la oscuridad de los recuerdos de una guerra. Este mensaje encierra un grito silencioso y sincero sobre un pasado violento y una convivencia difícil, marcada por la humillación y el resentimiento. Con modestia, e incluso con imperfecciones, logra despegar el drama personal más allá de los límites familiares que narra, y trascender hasta la crítica social y la reflexión histórica.