Una acumulación de lugares comunes del género que no le hace honor a este buen año del terror.
Este 2016 no venía nada mal en materia de cine de terror, en gran parte gracias a la presencia de algunos estrenos europeos (Cuando despierta la bestia, Goodnight Mommy) y a la consolidación de las voces norteamericanas más importantes del género, principalmente James Wan en su rol de director (El conjuro 2) y productor (Cuando las luces se apagan). En ese contexto, Satanic: El juego del demonio es, sin duda, un puntazo… en contra.
Remedo del cine clase B pero sin autoconciencia ni gracia, el film de Jeff Hunt (conocido en el ámbito televisivo gracias a sus trabajos con director en CSI, Fringe y Person of Interest) muestra a cuatro jóvenes (dos primas y sus respectivos novios) en pleno viaje rumbo a un festival. Viaje que incluye una parada en Los Angeles para seguir la pista de un asesinato satánico ocurrido décadas atrás. Una serie de eventos inesperados los llevarán a “rescatar” a una bella señorita al borde de un asesinato con tintes ritualistas, desatando así el preanunciado descenso a los pagos de Satán.
Satanic no ofrece nada nuevo, ni tampoco quiero hacerlo. Lo suyo, en cambio, es apilar lugares comunes sin ningún atisbo de relectura o al menos de ensayar una vuelta de tuerca medianamente original. Berreta en el peor sentido del término, ni siquiera construye una mínima empatía con esos personajes sacados de una de esas series estudiantiles para adolescentes de la década de 1990. Así, sólo queda esperar que el Diablo haga su trabajo de la mejor forma posible.