"Satanic", una película de terror que ni siquiera provoca un susto
El filme de Jeffrey Hunt cuenta la historia de cuatro amigos que viajan a la ciudad de Los Ángeles con planes de realizar un "tour" satánico. Pero la intención se pierde en el camino.
"El infierno no es un lugar. Es una hermosa confusión”. La idea general de Satanic: El juego del demonio podría resumirse con esta frase.
El director Jeffrey Hunt intenta en todo momento poner en imágenes esta ambiciosa premisa, pero los recursos que usa están tan mal empleados que hacen que en todo momento se noten las inconsistencias.
Las malas actuaciones, las innecesarias transiciones aéreas de Los Ángeles, el torpe uso de la música (que a veces entra y sale a destiempo) y la mezcla de ritual satánico con terror sobrenatural hacen que se parezca más a un menjunje indigerible que a un buen exponente del cine de terror clase B.
Satanic: El juego del demonio es una modesta película con aspiraciones al “mainstream” plagada de debilidades en el guion (tiene varios problemas lógicos), en las resoluciones formales y en la decisión de puesta en escena.
El clima de toda película de terror es fundamental, sin embargo aquí aparece descuidado en todo momento.
El filme cuenta la historia de un grupo de amigos que viaja hacia la ciudad de Los Ángeles para recorrer los lugares donde se llevaron a cabo algunos famosos asesinatos en rituales satánicos. A partir de esa anécdota, Jeffrey Hunt intenta desarrollar una idea ambiciosa aunque no hace más que meterse en un callejón sin salida. Y lo peor es que lo hace sin lograr el más mínimo interés en sus momentos decisivos.
El director da tantas vueltas desde que comienza a relatar la historia que recién hacia el final nos damos cuenta de su intención narrativa. Pero los pasos previos que da derrumban el final, al que se podría calificar de tímidamente bueno.
Satanic: El juego del demonio es un producto al que le falta espíritu y una construcción de clima mucho más esmerada.
Es muy probable que quienes paguen la entrada en busca de emociones se retiren de la sala sin haber sentido nada de miedo. Ni siquiera, un leve sobresalto de susto.