EL JUEGO DEL EMBOLE
Cómo decepciona un film de terror cuando no tiene nada para ofrecer. Nada de argumento sólido o de algún giro interesante, nada. Este es el caso preciso del primer largometraje de Jeffrey G.Hunt -director de series televisivas como Fringe o Crónicas vampíricas- titulado Satanic: el juego del demonio.
La película nos cuenta cómo un grupo de jóvenes estereotipados –compuesto por una pareja de teens darks y otros enamorados más normales, como una chica tradicional y el flaquito ganador de la Fraternidad- deciden vacacionar en camioneta por Los Ángeles para recorrer un circuito turístico “macabro” que, va desde la casa donde fue asesinada la actriz Sharon Tate y sus amigos a mano del clan Mason, hasta comercios de oscurantismo. Son tours que se contraponen con el paseo de las estrellas cinematográficas de Hollywood pero que atrapan por convertirse en un atractivo morboso para el público, algo muy bien reflejado en la primera temporada de American Horror Story con respecto a casas embrujadas u homicidios truculentos.
Esta ciudad, que mezcla las luces de la fama y las sombras de crímenes siniestros, sirve como epicentro para que estos amigos no tengan mejor idea que perseguir a un pelado mal llevado dueño de una siniestra santería que visitaron anteriormente, para darse cuenta que el tipo en cuestión anda metido en una secta diabólica. Y que esa secta de encapuchados adoradores de Lucifer planea “matar” a una pibita desnuda en el transcurso de un ritual. El rescate a esta chica por parte del grupete da “puntapié” al leit motiv de la trama. Un leit motivo que se pierde y que nunca toma fuerza para arrancar, ya que se desperdicia mucho tiempo útil. Del mismo modo, los personajes no saben a dónde dirigirse y sus actuaciones son pocos creíbles.
En Satanic: el juego del demonio, la historia comienza a enredarse sin sentido y sólo los 15 minutos finales Hunt trata de volcar la mayor intriga y miedo sobrenatural que no generó desde el principio pero no es suficiente. Ni siquiera ese aire a “deja vu” o historia vivida que atraviesa a lo último la protagonista del film, recurso que supo alcanzar una firmeza interesante en la coproducción inglesa/australiana Triangle (2009), de Christhoper Smith.
Parece que lo único que nos deja esta película es su moraleja de “quien mal anda, mal termina”, algo que sólo viene a sumar el patetismo que ofrece el producto en general. Y también vuelven a repetirse los lugares comunes, como la utilización del heavy metal en su banda de sonido o dibujos de pentagramas del Mal, errónea y culturalmente vinculados al satanismo cuando no es más que un simbolismo del equilibrio entre la tierra y el cielo según antiguas civilizaciones. Son tópicos que ya nos ofenden a los asiduos en este tipo de cine.
Satanic: el juego del demonio es un film de terror tan aburrido y light que resulta un insulto que sea llamado una película de terror. Un insulto tanto para los fanáticos del género como para quienes quieran iniciarse en este vasto y bello mundo cinéfilo que tantos seguidores y detractores ofrece.