Coinciden en cartelera dos películas ecuatorianas, ambas en coproducción con la Argentina. Ambas, también, dedicadas a evocar una adolescencia torturada. En "Saudade", por el resentimiento. En "87", por el remordimiento. Las dos tienen comienzos interesantes. Después se desorientan y se pinchan, una antes que la otra.
La primera transcurre en 1999, cuando el Ecuador tuvo su corralito. La agitación social de esa época está expuesta en el prólogo y el epílogo, armados con imágenes de noticieros televisivos que incluyen algún plano de Domingo Cavallo. Pero el grueso de la historia es pura languidez, centrada en un flaco cuyo único gesto enérgico es mandarse mudar todo fastidiado cuando el padre le dice "ya es tiempo de que te preguntes si eres un zombi o una persona". El resto del tiempo se lo pasa en vagar por el hermoso Valle de los Chillos, ir a una escuela de puros lánguidos, dejarse avanzar moderadamente por dos compañeras, odiar a la madre, una exguerrillera argentina que debió abandonarlo, y percibir tardíamente que algo está cambiando a su alrededor. Así es la opera prima de Juan Carlos Donoso Gómez.
Con mayor experiencia, la pareja de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade ("Ésas no son penas") cuenta una historia en dos tiempos alternados: 1987 y 2002, cuando uno de los protagonistas vuelve al "lugar del crimen". De chico, él y sus amigos, cada cual con sus problemas, se refugiaban en una casona abandonada, donde también solía meterse una piba piola, que agregó un problema para la amistad de dos de ellos. Por esas cosas de la vida, la infancia se les terminó rápido. Ahora hay uno que busca el reencuentro con lo que queda. En este caso, la política es apenas una referencia: el muchacho es hijo de argentinos exiliados y su hermana mayor andaba en cosas raras, no se sabe bien. De buena factura técnica (Andrade fue entre nosotros director de fotografía de "María y el Araña"), los defectos de "87" se manifiestan cerca del desenlace. Al guión le faltaba un hervor. Protagonista, Michel Noher.