Se estrenó S.C. Recortes de prensa, documental que pone el foco en lo que fue hacer periodismo durante la última dictadura militar argentina.
Mientras todavía resuenan los golpes y destrozos que una patota ejecutó contra los trabajadores y la redacción del diario Tiempo Argentino llega, con estreno limitado a la sala del Centro Cultural de la Cooperación, este trabajo que a 40 años del último golpe cívico-militar acompaña la resignificación constante que supone dedicarse al oficio de periodista.
“Hubo más de cien periodistas perseguidos, presos, torturados, desaparecidos y en el exilio”, afirma Oscar “Chino” Martínez Semborain, exiliado durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y uno de los mentores de la revista clandestina Sin censura, que brilló en aquellos años con información y cojones.
La Argentina de fines de los 70s y principios de los 80s era la arena ensangrentada de un circo romano con voceros oficiales como Samuel “Chiche” Gelblung y sus calcomanías de “Los argentinos somos derechos y humanos” regaladas en revista Gente. También José Corzo Gómez, el vocero oficial por excelencia de la época, el tipo que obedecía a la línea ideológica de la Casa Rosada y lo hacía con el placer del pusilánime voluntario.
El film cuenta no sólo la realización de un medio clandestino que llegaba a la Argentina y el resto del mundo en sobres de correo común y con gente que estaba en el exilio. Los 69 minutos de cinta de S.C. Recortes de prensa son un testimonio vigente de lo que fue hacer periodismo con la bota militar en la nuca, cuando no con el tiro en la sien.
La palabra del mencionado Zemborain junto a la de Miriam Lewin (torturada en la ESMA), el historiador Osvaldo Bayer y otros periodistas, componen un trazo fino que no sólo subraya una acción editorial rebelde, sino que además lanza nueva data sobre cómo se movían los represores.
“Escribíamos editoriales dictados por el Tigre Acosta. Nos llamaba la atención que lo que se escribía en un campo de concentración era emitido sin modificación y leído por periodistas prestigiosos. Era escalofriante”, dice Lewin, que le pone más nombres propios al asunto: “Todos los medios de Editorial Atlántida eran fervientes defensores de la dictadura“, dice y puntualiza: “Lo que vivíamos adentro de la ESMA lo vivían afuera compañeros que estaban trabajando en algún medio de comunicación bajo el mando de algún militar o de algún cuadro de la derecha muy cercano a los militares, como podía suceder en La Nación, Clarín, La Prensa, La Razón“.
Al grano y con un material de archivo certero (imágenes de movilizaciones en Europa contra el régimen de Videla, fotos de Hebe en esos años, vídeos de Cortázar en París), el documental hace escuela de selección de testimonios y material periodístico.
Un buen ejemplo de cine político documental es el de los trabajos pulidos sin sobredeclaraciones o conceptos reiterados. En este punto, el film de Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain es una celebración del periodismo que pone el cuerpo, pero además un ensayo sobre cómo hablar de la prensa haciendo buen uso del oficio.