Scott Pilgrim vs. los siete ex de la chica de sus sueños

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Un frenesí de amor por el cine

El tagline (o eslogan, si prefieren) de Scott Pilgrim vs. the world advierte: An epic of epic epicness. Ciertamente es una historia épica de épicas proporciones. Si para referirnos a ciertas películas usamos la expresión "over the top", aquí deberíamos usar "over over the top" porque eso es la nueva película de Edgar Wright, un desborde de creatividad, pasión y amor por el cine.
Es una combinación de géneros tan disimiles e inconexos como el cine de; acción, artes marciales y acrobacias imposibles como en Matrix; a la comedia de iniciación adolescentes, como en la reciente Supercool (en esa donde Michael Cera hacía de nerd) y con la sensibilidad por la juventud del mejor John Hughes (El club de los cinco, o The breakfast club); comedia romántica (no es casualidad que el pelo de Ramona V. Flowers cambie de color como el de Clementine en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos):y hasta se podría decir que Scott Pilgrim es un musical, de esos furiosos y atrevidos, como Moulin Rouge! que siempre me gusta definir como un huracán pop.
Es difícil de encasillar al personaje Scott Pilgrim, casi tanto como a la película. Es un geek, que ensaya con su banda Sex Bob-Omb y sale con una chica oriental de 17 años. O sea, no es el típico nerd, pero tampoco alguien cool. Es un poco naïve, y a veces, bastante despierto. Tanto él como la película, son una rara combinación del indie y el mainstream. La película es una rareza, una magistral combinación de las dos cosas. La acción in-your-face, con una imagen y un sonido bestial, tan típico de las grandes producciones, y la sensibilidad del cine independiente.
Para conseguir el corazón de Ramona Flowers (la hermosa Mary Elizabeth Winstead, la hija de Bruce Willis en Duro de matar 4.0 y la porrista tontita en Death proof) Scott tiene que ver terminar con Knives (la chica con la que sale), continuar con los ensayos de la banda que empieza a descuidar, y madurar. Vive con un compañero de cuarto gay y este en algún momento le dice que no puede seguir viviendo ahí para siempre. Kieran Culkin (el hermano de Macaulay, Mi pobre angelito) es el compañero gay, y recibe alguno de los momentos más cómicos de la película. Es también una suerte de compañero/maestro para el joven Scott.
Sin embargo, todavía hay 7 desafíos más: los 7 malvados ex de Ramona. Allí es donde la creatividad, y la estética, que combina elementos propios del cómic (la fotografía toma la sabía decisión de no saturar los colores sólo porque está basado en una novela gráfica) con la cultura de los videojuegos. Cada ex de Ramona es como un final boss, uno de esos jefes finales que aparecen al final de cada nivel en un juego. Eso es lo más divertido de cualquier juego, y así es desde Super Mario Bros. hasta Shadow of the colossus. Edgar Wright lo sabe, y hace de cada enfrentamiento una experiencia única.
Es fascinante la cantidad de elementos extra-diegéticos que aparecen en pantalla (rótulos como "Fight!" o el "KO!" tan típico de los juegos de pelea, hasta líneas gráficas de velocidad) hasta el cambio del formato de la pantalla, que a veces agrega una líneas negras y pasa de tener un formato 1.85 : 1 a 2.35 :1, más "wide" lo que al mismo tiempo, recuerda a las películas de Sergio Leone (y no es casual que las secuencias oníricas sean en el desierto).
Técnicamente es irreprochable. Edgar Wright usó una proceso de fotografía HDTV para las secuencias en alta velocidad y Super 35 como formato de origen, según la ficha de IMDb. Incluso los efectos especiales no desentonan con la fotografía de la película. Hay una secuencia espectacular contra los ex #5 y #6 donde todo esto se entiende mejor. El montaje es un frenesí que nunca pierde el ritmo. Quizás resulte un poco excesivo para algunos, pero la duración de 2 horas de la película es justa. Impide que nos agobiemos con la invasión de imágenes y sonidos a velocidad relámpago. No hay que confundirse: que la película sea vertiginosa no significa que no se entienda. De hecho, sorprende lo bien que se entienden las secuencias de acción (muchísimo mejor que tantos blockbusters malos...).
Como en Muertos de risa y Arma fatal (Shaun of the dead y Hot fuzz) hace una equilibrada e inteligente combinación entre el humor físico (gags geniales y situaciones de slapstick propias del cine de Buster Keaton, con un personaje que es arrojado por los aires, literalmente, contra una torre) y el diálogo, ayudados ambos por el montaje. Es una mirada fresca, y es la consolidación de un autor con una fervorosa pasión por la cultura pop. La banda sonora original es brillante, llena de referencias a los videojuegos (con sonidos y música de Zelda o Final Fantasy), incluso los temas de Sex Bob-Omb. Hay además, algunos covers como Black Sheep de Metric y especial atención para el uso de música pre-existente de The Rolling Stones y T-Rex.
Aunque no es el punto central, Scott Pilgrim también es una película con corazón (o a movie with soul, como dicen los norteamericanos) y ofrece lecturas sobre el amor, la maduración y el pasado. Scott Pilgrim tiene que eliminar, no vencer, a los 7 ex malvados. Vencer a trompadas, con esfuerzo, al pasado, y no sólo de Ramona. Michael Cera, es un muy buen actor, y lo demostró en La joven vida de Juno, donde hacía de ese tímido chico al que le gustaban los tic-tacs de naranja. A veces, a la vida, no hay que salir a pelearla, sino a vencerla.
El cast de Scott Pilgrim es formidable, y tiene a Brandon Routh (Superman regresa), Chris Evans (el próximo Capitán América) y Jason Schwartzman (Viaje a Darjeeling, de Wes Anderson) como algunos de los villanos. Cada uno de ellos corresponde a un nivel diferente, así que van siendo como una caja de sorpresas. Anne Kendrick (Amor sin escalas) y Mark Webber (Flores rotas, de Jim Jarmusch) son algunos de los buenos. Todos están más que bien, y realmente hay química entre ellos.
Scott Pilgrim vs. los 7 ex de la chica de sus sueños es una gran película. Tanto a nivel estético como emocional. Es una fantasía extraordinaria, que desborda, sin hipocresías (las cosas suceden porque así es el universo que propone la película, y punto), un amor profundo y verdadero por el cine. De verdad: desde el logo de Universal, hasta el último momento en los créditos, la película no para. Bravo.