Scream fue una deliciosa sorpresa que apareció en 1996 y sirvió para revitalizar el género del terror (en especial el slasher, que había quedado archivado desde hacía una década). Lo particular de Scream era su humor negro y su tono autorreferencial - los protagonistas combatían a la amenaza de turno utilizando sus conocimientos sobre cine de horror -. El filme tuvo una repercusión tan notable que revivió la carrera del director Wes Craven y presentó al mundo a Kevin Williamson, un guionista que parecía destinado a dejar una huella profunda en la historia del cine. Y si bien Craven y Williamson arrancaron muy bien, la dupla terminaría cerrando a gatas la trilogía de Scream, dando muestras de un evidente agotamiento de ideas. Ninguno de los dos haría algo decente durante los siguientes diez años, incluyendo su tan esperado regreso al género con Cursed (2005) - una de hombres lobos que fue despedazada primero por el estudio y más tarde por la crítica -, y todas las señales daban a entender que el dúo había perdido la magia. Scream 4 es el regreso de Craven y Williamson a la franquicia que les diera gloria, y es una intentona bastante sólida. Definitivamente no rompe ningún esquema - como lo hiciera Scream 15 años atrás -, pero al menos está mejor escrita que Scream 3.
Ciertamente hay algo de desilusionante en esta cuarta parte. Considerando que han pasado más de 10 años, la dupla podría haber desarrollado algo mucho más original. El filme insiste en hablar de reboot - relanzamiento - de la serie, diciendo que es una nueva década y hay nuevas reglas... pero todo lo que pasa en pantalla es la rutina habitual de la saga. Matan a alguien, Sidney se ve mezclada, el trío de siempre es perseguido por el ghostface de turno, hay bromas sobre el cine de terror, etc, etc.
Lo cual no quita que Scream 4 no sea entretenida. De vuelta está Neve Campbell, que se ve como una veterana con cara de nena, y está el matrimonio de la vida real de Courtney Cox y David Arquette, ella pasada de botox y él demasiado serio para su antiguo papel. Hay un comienzo realmente bueno - ficción dentro de ficción dentro de ficción -, en donde los protagonistas de turno intentan sacarle el cuero al género de tortura porno y a los filmes como Saw, aunque los chistes resultan algo tibios. Ahora la novedad es que el asesino acosa a las victimas usando celulares y cuentas de Facebook y Twitter. Ya que no ha quedado nadie vivo de la camada vieja, el libreto mete con calzador a una tia / sobrinas / primas de Sidney (que hacen de carne de cañón para ghostface), y aparece otro traga de filmes de terror que cumple con la cuota auto referencial que antes aportaba Jamie Kennedy. Todo esto culmina en una primera hora prolija aunque algo insípida, ya que la gente nueva es menos interesante que los protagonistas históricos de la saga.
En donde Scream 4 realmente despega es en su media hora final, en donde el libreto empieza a disparar munición gruesa - comenzando con el choque de los patrulleros con ghostface, y siguiendo por la batalla campal final -, y donde Williamson - Craven recuperan el vuelo de los filmes anteriores. El humor y los shocks funcionan, y si hay algo que reprocharle es el discurso final del asesino, que es demasiado largo y rebuscado. Hay momentos en esa media hora final, en donde el filme amenaza salirse de la regla - por ejemplo, convirtiendo a Sidney en el asesino, lo cual hubiera sido impactante -, pero no pasa mucho tiempo antes de que nos demos cuenta que todo sigue por los habituales carriles, sólo que han sido debidamente maquillados como para que no se note el gusto a reciclado.
Scream 4 es un buen entretenimiento. No rompe reglas, no cubre territorio nuevo, pero está ok. Es probable que sea la última vez que veamos al trío de siempre en acción, ya que el resultado en taquilla fue bastante decepcionante - costó 40 millones y recaudó 90, algo muy tibio para una saga reconocida y una secuela esperada desde hace 10 años -, y dudo que se animen a disparar una nueva trilogía en base a semejantes números.