El mayor dilema que nos enfrentamos ante este tipo de producciones, que se convierten en saga, como sucede con la número 4 de “Scream”, es que todas terminan con el guiño de ser un posible principio de otra más.
Cuál será la última. ¿Es necesario que Rocky se despida en la sexta entrega, desde el cuadrilátero? ¿Habría que descuartizar a Freddy Krueger e incinerar los pedazos, para que no vuelva?
Son muy pocos los casos en la historia del cine en que las continuaciones logren el mismo nivel de excelencia que la original. Sólo puedo recordar la trilogía de Francis Ford Copolla con “El Padrino” (1972, 1974, 1990), o lo que finalmente fue la trilogía sobre el amor de Dennys Arcand, donde se repiten los personajes que habían aparecido en “La Decadencia del Imperio Americano” (1986), seguido con “La Verdadera Naturaleza del Amor” (1993) y finalizado con “Las Invasiones Bárbaras” (2003). Entre otros pocos ejemplos.
Digo, no sería un dilema si la originalidad tuviera presencia en cada fotograma, o por lo menos en cada secuencia narrativa, o una vez en cada una de ellas, pero sólo estamos frente a actualizaciones temporales y tecnológicas, habida cuenta que han pasado 10 años de la última entrega. Aparecen teléfonos celulares de última generación, cámaras digitales. Internet, Facebook, Twitter, etc.
No se puede negar que “Scream 4” es inteligente, explota la franquicia instalada por la primera de la saga, la exprime y le saca buenos réditos artísticos. Vuelven a trabajar juntos el director Wes Craven y el guionista Kevin Williamson, esto explica que de lo mejor del filme sean los constantes diálogos entre aquél filme original de 1996 y este, salteando por suerte las dos del medio. Todos estos elementos son prueba cabal de las intenciones tanto creativas como de rendimiento económico puestas en juego. Recordemos que la primera tuvo un costo de 14.000.000 de dólares, y recaudo, aproximadamente, 173.000.000.
El texto vuelve a jugar paródicamente con el género en el cual se instala, a punto tal que el terror no aparece, pero si las risas, el chiste oportuno, aunque previsible. Al igual que toda la producción, sólo el giro del final puede deparar alguna sorpresita, pero más por desatención del espectador que por una vuelta de tuerca creativa o inaudita.
La historia es así de simple: Sydney Prescott (Neve Campbell), la sobreviviente de las matanzas anteriores, vuelve a su pueblo natal a presentar el libro sobre su biografía, allí se reencontrará con el ahora devenido Sheriff Dewey Riley (David Arquette) y su segura futura ex esposa, la ex periodista Gale Weathers – Riley, (Courteney Cox), los otros supervivientes de los asesinatos anteriores. A ellos se les sumara una caterva de adolescentes que crecieron a la luz de los relatos del espanto de los gritos nocturnos, entre los que se encuentra la prima de Sydney, Jill (Emma Roberts), cuya inclusión esta más que forzada y con varios intentos de justificación. Conflictos y acciones usted ya puede imaginarlos.
Los fanáticos de este tipo de temáticas y género posiblemente salgan satisfechos, pero sabemos que hasta las mejores ideas cuando se fanatizan pierden objetividad y eficacia.