Estamos en esto sólo por dinero
En las secuelas siempre se cumple un aniversario, excusa para que la historia vuelva a repetirse. Seguramente es por autopreservación que una película como Scream 4, que se la pasa reflexionando, ironizando y hasta burlándose de sus propios clichés (y los de las secuelas de films de terror en general), ni una sola vez se mencione ése. Diez años pasaron desde Scream 3 (once, en realidad, pero bueno, tenían que ser diez para justificar el aniversario) y la historia empieza otra vez, justo en el momento en que todo el pueblo de Woodsboro recuerda (¿celebra?) aquella masacre que lo hizo famoso. Repetirse es lo que la cuarta Scream no puede dejar de hacer, dejando en claro que si la saga se retoma después de todo este tiempo, no es para clickear el botón de refresh, sino simplemente... eh... ¿cómo decirlo? Digámoslo con el nombre de un álbum de Frank Zappa: We’re Only in It for the Money.
Toda secuela representa un regreso y aquí hay por lo menos dos. Pensándolo bien, tres. Por un lado, Sidney Prescott (Neve Campbell) regresa a casa, convertida en best seller nacional y como parte de la gira promocional del libro donde cuenta lo que sucedió la vez en que terminó siendo única sobreviviente del cuchillero llamado Ghostface. Por otro, Gale Weathers (Courteney Cox, que de tanto botox y bisturí parece la versión Mme. Tussaud de sí misma) vuelve al periodismo televisivo, a partir del momento en que se produzca el tercer regreso. El de Ghostface, claro. El asesino con máscara de fantasma, que quince años y cuatro películas más tarde finalmente tiene nombre propio. Y que sigue aferrado a sus viejas costumbres: llamar por teléfono, proferir amenazas con voz gruesa y cumplirlas a cuchillada limpia. En tiempo de celulares y de i-pods, oportunidad de anunciarse como a él le gusta no va a faltar.
Escrita por Kevin Williamson, dirigida por Wes Craven, fotografiada por Robert Deming y musicalizada por Marco Beltrami –en otras palabras, equipo completo–, la cuarta Scream no está a la altura de sus varias introducciones, divertido juego de cajas chinas a la enésima, que va poniendo la película en abismos cada vez más profundos. Fatigado y rutinario, descansando de a ratos en la presencia de dos cinéfilos que funcionan como metalenguaje incorporado, el desarrollo de Scream 4 no está a la altura del factor sorpresa que esas introducciones despliegan (imposible saber qué es ficción allí, cuál es la ficción dentro de la ficción y así sucesivamente). Tampoco del componente autoparódico. En un momento alguien desecha a Stab (la Scream dentro de Scream), por ser una slasher movie (película de acuchilladores locos), en tiempos en que las slasher movies ya fueron. Y lo que viene de allí en más es... una slasher movie. ¿Una película que contiene su propia crítica? Todo bien, siempre y cuando Scream 4 asumiera esa crítica, en lugar de intentar esconderla debajo de la alfombra como lo hace.