Meta-terror posmoderno
Cuando en 1996 se estrenó la primera Scream, Wes Craven y el guionista Kevin Williamson le dieron al cine de terror el shock necesario para reanimar el género y al mismo tiempo reflexionar sobre él. Más allá de las citas y de la autoconciencia sobre los clichés típicos de las “slasher movies” y sus reglas (lo que permitía que el creador de Pesadilla se riera también de sus propios films) la película era protagonizada por los mismos adolescentes que miraban esas slashers y se sabían todos sus trucos de memoria. Conciente o inconcientemente, Craven y Williamson retrataban a una generación específica, aquellos adolescentes frutos del posmodernismo que absorben elementos de la cultura pop y hacen del material ajeno algo propio. Con esa idea la dupla director/guionista se salió con la suya en dos ocasiones más (aunque la tercera contó con Williamson solo como productor y eso se nota) hasta llegar a esta cuarta entrega, estrenada casi diez años después de la anterior.
Scream 4 arranca con dos chicas adolescentes discutiendo sobre películas de terror recientes como la saga El juego del miedo y Hostel, quejándose de cómo el genero fue reemplazado por la tortura y el shock, hasta que aparece la clásica llamada de Ghostface (“¿Whats your favorite scary movie?”) y la posterior mutilación de dichas jovencitas por parte del asesino enmascarado. Ah, pero no era Scream 4 lo que estábamos viendo sino Puñalada 4, el film dentro del film que sirve como parodia/espejo de la película principal. Ahora tenemos a Anna Paquin y a Kristen Bell frente a una tele hablando de las películas de terror posmodernas que se la dan de cancheras parodiándose a sí mismas y al género en general ¿Ya empezó Scream? No señor, el titulo dice Puñalada 5, el film dentro del film dentro del film. Y así sucesivamente, hasta que de una vez por todas aparece con toda la pompa el titulo SCREAM 4. Es un comienzo ingenioso que da la pauta del carácter autorreferencial que caracterizó siempre a esta saga, pero también supone una apuesta: que la película que ahora empieza constituya algo nuevo, que no caiga en las trampas en las que caen las secuelas en el cine de terror, y acá es cuando se ven los problemas de esta cuarta parte.
Cuando ya sos conciente de la autoconciencia ¿Tiene sentido seguir siendo autoconciente? Estos diez años que pasaron entre la anterior Scream y esta cuarta parte no sólo daban el pie para comentar el estado del género, con la proliferación de films de “found footage” al estilo Actividad paranormal o el “torture porn” ya citado en el inicio, sino que permitían generar nuevas reglas y hasta un interesante comentario acerca de las remakes que buscan repetir el éxito del film inicial, pero no, porque más allá de algunos chispazos de ingenio (después de todo Craven sabe moverse en estas aguas) otra vez nos encontramos ante las repetidas desventuras de Sydney Prescott junto al policía Dewey y la (ahora retirada) periodista Gale, descubriendo al nuevo responsable de los asesinatos de Woodsboro al mejor estilo Scooby Doo mientras escapan de sus ataques. Muy vivos que son, tanto Craven como Williamson sabían que volver a las glorias pasadas era una tarea difícil, por eso deciden sobre el final de la película relegarle a Sydney una frase que resume todo el proyecto: Never fuck with the original. No hacia falta aclarar lo obvio, Wes.