Mítica saga que comienza en 1996 cuando el maestro Wes Craven se decide a subvertir la imagen de un género trillado por las anteriores “Halloween” (original de Carpenter, a quien homeanjea) o “Pesadilla” (un éxito ochentoso del propio Craven). Al año siguiente, dado el fenomenal suceso de la película conocemos la segunda parte, que tienen nuevamente al maestro detrás de cámaras. Lo propio ocurrirá en 2000 y 2011. ¿Qué garantiza el inmediato carácter rendidor de “Scream”? Tenemos aquí un meta slasher de un slasher consciente de sí mismo que analiza los códigos del subgénero para luego dinamitarlos. El tándem creativo (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett) que se hiciera cargo de la quinta parte (estrenada en 2022, podés leer su reseña en: ) retorna a la gran pantalla y bajo el brazo porta un sugestivo menú, por anticipado y cierto peso histórico, podría ser interesante. Diversión es la clave de la esencia de la franquicia; un producto que supo funcionar, riéndose de lo realmente terrorífico y con sumo ingenio para integrar una irreverente serie de twists argumentales. Un equilibrio difícil de conseguir, y que la presente entrega parece haber extraviado por completo. James Vanderbilt (cuyo espectro como escritor abarca desde “Zodiac” a “Amazing Spiderman”) se hace cargo de unos personajes (o lo que queda de ellos, luego del desertar de añejas estrellas) creados por Craven junto al experto Kevin Williamson, pero el enfoque perseguido para la ocasión resulta en extremo básico y autoindulgente. Una pobre dirección de actores nos invita a pensar que, en realidad, estamos ante una propuesta de principiante. Continuista en lugar de rupturista, “Scream 6” paga caro su falta de ambición.