Ghostface se muda a la Gran Manzana.
En el año 1996 el director norteamericano Wes Craven, uno de los grandes maestros del cine de género del siglo pasado, realizó Scream: vigila quien llama, una atractiva producción de horror slasher que proponía un adelantado concepto de metadiscurso como medio de renovación de los códigos propios en el género del cine de terror y basado principalmente en la auto referencia de los mismos casi de forma sistemática. Esta primera parte de la franquicia Scream supuso el nacimiento del slasher postmoderno, con las correspondientes brutales muertes a cargo del villano de turno, un incógnito enmascarado de rostro blanco y ropaje negro, más el agregado de un notable componente de comedia irónica y parodia. Para entender mejor esta novedosa idea creada por Wes Craven por aquellos años, en Scream el cine de terror se mira en su propio reflejo para darle una vuelta de tuerca a un momento donde al cine de terror se lo daba por muerto y de paso parodiarse de forma autoconsciente de los temibles horrores que les tocará vivir a las víctimas y a la final girl (última sobreviviente de la matanza, encarnada aquí por la actriz Neve Campbell). Debido al éxito y unánime aceptación de crítica y público tras Scream: vigila quien llama, inmediatamente vendría su continuación, la muy lograda Scream 2 (1997); luego llegaría Scream 3 (2000) y once años después Scream 4 (2011), todas las entregas -que irían disminuyendo en calidad de ideas y recursos- a cargo de Wes Craven. Obviamente los tiempos cambiaron, los espectadores y sus usos y costumbres también y la franquicia Scream, tras el fallecimiento de Craven en 2015, tuvo su renovación en forma de recuela (un concepto audiovisual muy actual que apela a la nostalgia y la intertextualidad, y que se encuentra a mitad de camino entre una remake y una secuela) con Scream (2022) a cargo del tándem de realizadores Tyler Gillett y Matt Bettinelli- Olpin.
En esta novel Scream filmada el año pasado casi toda la trama pasaba por la herencia maldita y el destino de las hermanas Carpenter (en obvia referencia a otro maestro del género, John Carpenter), Tara (Jenna Ortega, una de las actrices del momento) y Sam (Melissa Barrera), hijas de uno de los asesinos detrás de la máscara en la primera película de 1996. Las redes sociales también ocupaban un lugar central en el relato y el fandom más radical en las mismas (los haters) destilaban todo su odio en forma de gráficos asesinatos. Tara y Sam sobreviven a esta matanza y para cambiar de aire se mudan de Woodsboro, el lugar de los hechos en toda la franquicia, a la ciudad de New York, más conocida como la Gran Manzana. Pero Ghostface, el icónico asesino, las acompañará. Allí es que comienza la acción en la muy reciente y esperada por los fanáticos del género, Scream 6 (2023), dirigida nuevamente por Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin.
Scream 6 comienza con la correspondiente escena donde una bella dama recibe la llamada del asesino Ghostface. Posteriormente este le irá preguntando sobre sus conocimientos sobre películas de terror actuales, para luego asesinarla de forma brutal y contundente. La metodología del asesino es regular a la norma: como en todas las películas del subgénero slasher se hará un body-count (contador de cuerpos asesinados), finalmente la identidad del psicópata es descubierta. Pero lo más relevante es que Scream 6 sigue siendo metadiscursiva al cine de terror y esta fórmula, a pesar del paso de tiempo y las variantes, aún funciona. Secuencias como la del subte, donde hay varias personas que lucen máscaras de Ghostface, así lo demuestran. En esta oportunidad también estamos frente a los crímenes más explícitos y sangrientos de toda la saga, seguramente influenciados por un tipo de cine de explotación europeo e incluso de la película Martes 13 VIII: Jason toma Manhattan (1989), uno de los últimos y más decadentes exponentes del slasher clásico.
La dupla Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin (responsables también de la notable Boda Sangrienta, de 2019) cumplen con el legado del gran Wes Craven. Ese donde se puede seguir asustando y espantando, pero que también permite reflexionar acerca de la violencia actual. El terror elevado, ese donde se siguen las clásicas normas del género, pero con protagonistas llenos de complejidades morales y éticas, tiene en Scream 6 su lugar propio, cómo debe ser y en la brutal actualidad que nos toca afrontar y vivir.