Dentro de las franquicias populares del género de terror, Scream tuvo la virtud de poder sostener un contenido de calidad a lo largo de la serie.
Si bien ninguna de las tres continuaciones previas pudieron superar a la entrega original de 1996, una tarea imposible de concretar, dentro de todo los argumentos siempre aportaron algún elemento atractivo para desarrollar los personajes con un entretenimiento ameno.
Este nuevo capítulo que llega a los cines fue el primero en no contar con la intervención de los padres de la saga: Wes Craven y el guionista Kevin Williamson. Un tema que generaba cierta inquietud sobre todo por las numerosas decepciones que ofreció Hollywood en el último tiempo.
En esta oportunidad la realización quedó a cargo de los directores de la excelente Boda sangrienta (Ready or Not), Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes lograron salir muy bien parados ante el desafío de ofrecer una película de Scream tras el fallecimiento de Craven.
Aunque inevitablemente se nota que los fundadores de la franquicia no fueron parte del proyecto, el film ofrece una sólida continuación adicional que se complementa muy bien con el resto de la serie.
Quienes disfrutaron las películas previas no van a salir decepcionados del cine, ya que se nota el esfuerzo de los directores por ser respetuosos con una saga que redefinió el género de terror en los años ´90.
Olpin y Gillet ya habían demostrado su dominio del gore y las secuencia de acción en la última película que hicieron y en esta producción los ataques de Ghostface no pasan desapercibidos.
En materia de violencia inclusive es un poco más intensa que las entregas anteriores. Un condimento interesante del argumento es que se apoya muchísimo en el metalenguaje para celebrar no solo el legado de la franquicia de Scream sino de Stab, la película de ficción que recreaba los hechos del conflicto original.
El juego que plantea con este tema está muy bien elaborado y más allá de las secuencias sangrientas los realizadores proponen una reflexión interesante, donde se compara el contexto cultura en el que surgió la primera Scream con el fandom geek multimedia del siglo 21 que recibe la nueva película.
Los tres protagonistas originales tardan un poco en reunirse pero hasta que ese momento se concreta las nuevas figuras sorprenden con muy buenas interpretaciones.
Muy especialmente la actriz mexicana Melissa Barrera que el año pasado tuvo un rol destacado en el musical In The Heights. Entre las figuras veteranas David Arquette es quien más logra sobresalir debido a que el guión le da un mayor peso a su personaje dentro del conflicto.
A Courtney Cox y Neve Campbell se las disfruta con el retorno de sus personajes pero terminan opacadas un poco por el retirado oficial Dewey.
En resumen, la nueva Scream tal vez no sea una obra memorable pero al menos elabora un producto entretenido dentro del subgénero slasher y no decepciona como los últimos bodrios de Candyman y el reboot de Halloween que se pinchó en su segunda entrega