Rearmando la historia
Tan sólo con ver las bellas imágenes que Matilde Michanie filmó para el documental Se acabó la épica (2014) podremos no sólo acercarnos a la poesía y prosa de un escritor de los considerados “malditos” y que con el correr de los años ha visto como el mito puede superar a la persona, sino que también asistiremos al intento de realizar cine documental desde otro lugar.
De hecho, la historia de Néstor Sánchez, el escritor en cuestión del film, fue de tal complejidad que se necesitó un “rearmado” cronológico por diversos lugares del mundo para poder reconstruir o rearmar su vida y así poder comprender más sobre su obra y su figura. La directora plantea una sucesión de imágenes de las diferentes ciudades en las que Sánchez habitó y recorre con su cámara recovecos que, desde su posición, quizás el autor hubiese pisado o al menos es lo que se sugiere.
Se acabó la épica plantea por un lado a la entrevista como lugar de posibilidad de reconstrucción de algunos hechos que, desde la anécdota, reflejen de alguna manera al escritor, pero también con las escenas de las ciudades y barrios hay una búsqueda estilística y personal de un vuelo que no sólo en lo estático aporte datos. El barrio que vio nacer a Néstor Sánchez, Villa Pueyrredón, es utilizado como puntapié para narrar, con sus casas bajas y calles de poco movimiento, pero con el ferrocarril como epicentro de la conectividad con otros espacios y luego el cosmopolitismo que tuvo el autor. En su casa natal el hijo de Sánchez recuerda cómo él se enteró que su padre, ya en Francia, era escritor, y en el detalle que en la actualidad detrás de los vidrios de un modular se acumulan ediciones, hay también una metáfora de qué hacemos como sociedad con los escritores (los archivamos). Y por eso la necesidad y urgencia de películas como ésta.
De Néstor Sánchez se ha escrito y hablado mucho, por eso Se acabó la épica busca en los testimonios y hasta en sus propias palabras (leídas en off sobre imágenes) el camino para poder hablar de él sin caer en el lugar común o frecuente de principalmente su última etapa, cuando justamente lo dice el título del film se le acabó la posibilidad de escribir. De ese período y únicamente en la entrevista con una de sus psiquiatras, se recuerdan algunas “maniobras” que Sánchez hacía para evitar caer en loqueros o preso cuando por algún motivo “perdía” su rumbo, y Michanie prefiere, con buen tino, profundizar en la voz de aquellos que lo acompañaron durante su boom y cuando el reconocimiento, de la mano principalmente de Julio Cortázar le llegaron.
Se acabó la épica es un film simple y a la vez introspectivo que intenta desnudar una parte del trabajo de escritor que se escapa al cliché del autor sentado frente a una hoja en blanco. El artista es una persona en tránsito que necesita de su entorno, en este caso hasta las ciudades, para poder seguir creando y pensando historias que sean consumidas por el público. Néstor Sánchez creo una manera particular de escribir y la directora trata de homenajear esto con un film que permite generar en el espectador las ganas de poder luego de verlo, y si aún no lo ha hecho, buscar alguno de sus libros para seguir profundizando en él.