El señor de los cielos.
El influjo permeable de Hayao Miyazaki es célebre por conjugar melodramas infantiles con concientización madura por medio de aventuras simbólicas y fantásticas. Los estratos de su impronta acuden a la ética ecologista, el desacuerdo bélico y la defensa feminista, además de afianzar la técnica animada arcaica que se posiciona indistinta al mercado digital y los intereses comerciales. Luego de repartirse autorías junto a Isao Takahata durante añares al frente de los míticos estudios Ghibli, Miyazaki comunica su retiro del negocio fílmico con Se Levanta el Viento, donde opta por entregarnos un relato adulto de apertura general que repasa ciertos aspectos autobiográficos a través de una figura histórica real y sin olvidar su imaginario tradicional.
Jirô Horikoshi es un apasionado ingeniero de la aeronáutica que, incapacitado para volverse un piloto debido a su visión reducida, ambiciona con modelar aviones resistentes para el transporte público; pero la trastienda bélica palpitante en Japón, previa a la Segunda Guerra Mundial, lo condiciona a desarrollar naves de combate para la fuerza aérea japonesa que logren resistir el ataque enemigo. La devoción de Jirô puesta en su disciplina es atravesada por un romance incidental con una joven artista a la que conoce durante el terremoto de Kanto y con quien mantendrá una relación a distancia pero apasionada. Entre influencias ensoñadas y conflictos técnicos, Jirô insiste con alcanzar el prototipo idealizado para Mitsubishi sin abandonar sus principios pacifistas.
Aunque se trate de una biopic ficcionalizada, el sello de Miyazaki se divisa en todo momento, como el recurso de la metáfora fantaseada en cada uno de los encuentros que Jirô mantiene con el genio diseñador Giovanni Battista Caproni o el desconcierto de personajes entrañables frente a tragedias naturales, como la secuencia del terremoto; aunque Se Levanta el Viento está lejos de unos trazos ilusorios a lo Porco Rosso. La historia, por su parte, no profundiza en los sucesos del período y prefiere atestiguar la contienda social desde la inocencia del siempre correcto Jirô, como cuando le toca razonar sobre la malaria económica del país o los intereses armamentísticos de sus superiores.
Anunciada como la despedida oficial de Miyazaki dentro del rubro cinematográfico para volver a concentrarse en los mangas que lo iniciaron, podemos asegurar que Se Levanta el Viento reafirma el convenio estilístico del autor con la animación clasicista. Así lo demuestra la poética melancólica de los escenarios, acompañada por las dulces composiciones de Joe Hisaishi. Incluso la simpleza del contenido invita a encandilarse con personajes entradores gracias a un realismo atractivo en los paisajes y en las secuencias más comprometidas. Su cordial desenlace lo convierte en el cierre espléndido para coronar el legado intachable de un artista monumental.