El último maestro del aire
La premisa en sí ya resulta atípica para lo que el público puede esperar habitualmente del escaso animé que nos llega. Se levanta el viento es un drama biográfico, que se mete con la vida de Jiro Horikoyi, el ingeniero aeronáutico responsable del diseño de los aviones japoneses de la segunda guerra mundial. Coordenadas muy precisas, y fantasía relegada a segundo plano. Los sueños (y las pesadillas) hechos realidad. Las películas de Hayao Miyazaki jamás fueron infantiles, pero pocas veces, como en este caso, los chicos quedarán afuera de la propuesta, por lo menos como principales destinatarios.
Hay algo que sigue muy vigente en el venerable director japonés, su maestría inigualable para combinar crueldad y belleza, presentes en la naturaleza y, sobre todo, en la naturaleza humana. Los sueños nos llevan lejos, y la voluntad también, pero muchas veces a un precio demasiado alto. La mirada de Miyazaki se hace cargo de esa ambiguedad y nunca es condescendiente, ni con el personaje retratado ni con el espectador. Magia desencantada, pero persistente. “Se levanta el viento, debemos intentar vivir”, dice Paul Valery en la frase que da título a la película.
A Miyazaki se le podrá cuestionar su reescritura de la historia, o el dramatismo excesivo de algunos pasajes, pero nunca su capacidad para generar imágenes inigualables, de una belleza extraordinaria. Su cruda poesía con momentos de alto vuelto.