Réquiem para un sueño.
Hayao Miyazaki, uno de los más grandes directores de animación, se ha retirado no sin polémica en el pináculo de su carrera con Se Levanta el Viento (Kaze Tachinu, 2013), su undécima película que narra la vida, la imaginación y los sueños de Jirô Horikoshi, un ingeniero y diseñador de aviones japonés que creó el modelo de combate Zero, una nave de caza de largo alcance -rápida y eficaz- construida por la empresa Mitsubishi, dándole a Japón ligereza y velocidad a la hora de realizar ataques sorpresa como el de Pearl Harbor.
A diferencia del resto de su filmografía, Se Levanta el Viento mezcla la fantasía con la biografía y una de sus grandes pasiones, la aviación, pero manteniendo en todo momento el tomo poético que lo caracteriza. La elección de la representación de uno de los constructores de aviones más importantes de Japón es un homenaje a la visión creativa de su país y a los sueños que se hacen realidad a través del trabajo y el esfuerzo, a pesar de los intentos de manipulación de los gobiernos. La extraordinaria y encantadora animación le da vida a una historia construida alrededor de detalles y sueños, pero sin olvidar los momentos significativos de la historia de la aviación local y reconociendo el valor de la cooperación internacional.
Desde el devastador terremoto de Kanto, que destruyó varias ciudades (Tokio y Yokohama, entre las más importantes) y dejó más de cien mil muertos, hasta la finalización de la construcción del prototipo del modelo A5M y A6M Zero de combate, la película recorre a través de la imaginación de Jirô una vida cruzada por la historia de la aviación y sus sueños de conquistar los cielos, siempre con la terrible amenaza de la guerra en el horizonte. La cita poética existencialista de Paul Valery en el comienzo de la película da cuenta de la búsqueda detrás de toda la carrera cinematográfica de Miyazaki. “Se levanta el viento, debemos intentar vivir” no solo remite a la guerra que se avecina y a la necesidad de sobrevivir a pesar de las ráfagas, sino que nos refiere a una confrontación profunda entre el cuerpo y el pensamiento, y a la imposibilidad de subsanar esa paradoja. Debemos intentar vivir: la elección vital es -por lo tanto- la necesidad de la creación poética que obsesionó a Miyazaki durante toda su obra.
Se Levanta el Viento debe ser comprendida no solo como la culminación de una filmografía o como parte de un proceso mágico surgido de la imaginación, sino como un legado cultural poietico. Ni el nacionalismo belicoso ni la apropiación de la creación por las carreras armamentistas deben opacar o destruir los sueños y la imaginación. Que su obra se abra y se cierre al aire inmenso, que las imágenes poéticas naveguen a poniente en la búsqueda de la belleza. No abandonemos estás páginas…