A un amplio y confortable caserón ubicado en las afueras de Clarion, un pintoresco pueblito estadounidense, se muda una familia con problemas de stress por parte del matrimonio y de dificultades al dormir que tiene el hijo de 6 años.
Lo que ellos no sabían, es que el lugar bucólico y apacible en el que eligieron vivir en verdad no lo es. Unas extrañas y violentas criaturas con características humanas merodean las casas, acechan y secuestran a chicos. Pese a que tanto los mayores como los menores detectan su presencia, estos entes buscan a los más pequeños de la familia.
La situación planteada por el director Drew Gabreski establece la idea básica de una película de terror. Aunque lo que aquí varía un poco es el hecho de que los entes no se alojan en una propiedad, sino que se esconden en el bosque lindero al pueblo, y la gran mayoría de sus habitantes saben de estas presencias y de lo que provocan, pero no las combaten ni piden ayuda gubernamental, sólo conviven con ellos.
El hijo del matrimonio integrado por el médico John Chambers (Brian Krause) y Heather (Jaimi Paige) es el que primero siente y ve a los monstruos. Nathan (Michael Leone) es visitado por ellos durante las noches y de día, detectando la presencia de una nena desaparecida cuatro años antes.
La película tiene un tratamiento clásico del género. Con alguien que oculta la información, con otra que sabe el secreto, advierte a los vecinos del problema, pero que es desacreditada tildada de “loca”.
La tensión y el miedo se incrementa muy lentamente, en dosis homeopáticas, pese a que las evidencias se van manifestando asiduamente el doctor es un negador de la realidad, porque duda de que todo lo que sucede sea producto de su imaginación, hasta que, forzosamente, se tiene que convertir en el héroe del film.
El relato no sorprende, pese a estar bien contado. Cuenta con el presupuesto necesario para desarrollar la historia y que los efectos sean creíbles. Los actores le dan verosimilitud a sus expresiones y acciones. La música incidental acompaña a las escenas y realza los momentos álgidos.
Resumiendo, es una realización sin mayores pretensiones que las de hacer pasar un rato a los espectadores. También tiene todos los clichés conocidos, escritos y desarrollados con el manual básico de este tipo de producciones que, como moraleja, deja la enseñanza de, si se da la oportunidad, no quedarse hasta las últimas consecuencias y emprender la huida, antes de que los monstruos hagan de las suyas.