Nos siguen tomando por tontos
“ Conozcan al Nuevo Jefe. Es Igual al Viejo Jefe” - The Who
Los gobiernos pasan, pero los que están atrás quedan. Se sabe que un gobernante no sube solo al poder. Más allá de los ministros y asesores, atrás de los gobernantes siempre están los jefes de campaña. En tiempos de elecciones, ese es el otro frente de batalla.
Esta cuarta obra dirigida George Clooney confirma la tendencia de actores que apoyan el partido demócrata y su necesidad de hacer política a través del cine. Secretos de Estado, se inscribe en la línea de thriller político con humor negro, cínico y satírico que Tim Robbins registró en su primer película, Ciudadano Bob Roberts, o Warren Beatty realizó en 1998 con Bulworth. Ambas son obras injustamente olvidadas, donde los intérpretes analizan las ambigüedades del poder y los ideales en los Estados Unidos.
Hay otros ejemplos similares, como Mentiras que Matan (Wag the Dog) de Barry Levinson, y más atrás, El Candidato, épico film con Robert Redford, otro actor devenido en director, que siempre necesita meter bocado político en sus obras (ejemplo de ello, Leones por Corderos).
En Secretos de Estado, Clooney emula el argumento de Colores Primarios, film de 1998 dirigido por Mike Nicholls, que prometía ser una crítica dura al gobierno de Clinton, y se quedaba a mitad de camino entre el drama y la comeda.
El problema con Secretos… es que si se hubiese estrenado antes que Colores… habría pasado a la historia, pero en cambio, al llegar casi 15 años después, termina siendo un film que atrasa y pierde fuerza.
Es sabido que Clooney apoya públicamente Barack Obama y al partido demócrata. Los discursos de su personaje, Mike Morris son perfectos. El gobernador, candidato a presidente, que él mismo interpreta, apoya el aborto, el matrimonio homosexual, se opone a hablar de religión en los discursos, está en contra de la guerra, de la búsqueda de petróleo… En fin, es un liberal de la primera hora, buen esposo, buen padre. Un candidato ideal… O casi.
Pero el protagonista de Secretos, no es Morris, sino uno de sus jefes de campaña, Stephen (Gosling), que admira a su jefe y defiende sus ideales, a pesar de que en el entorno todos le dicen, para hablar mal y pronto, que es la misma mierda de siempre. Stephen no lo cree, hasta que la realidad lo golpea en la cara, y todo su mundo perfecto se da vuelta.
El guión escrito por el propio Clooney y su habitual colaborador, Grant Heslov es dinámico, los diálogos son inteligentes y verosímiles, todos los personajes tienen dos caras. No hay héroes. Solo hombres corrompidos por el poder. A nivel de puesta en escena es excepcional. Si bien, no tiene el riesgo o la inspiración estética de otras obras de Clooney como Buenas Noches, Buena Suerte o Confesiones de una Mente Peligrosa, hay que destacar la magnífica fotografía fría y claroscura de Phedon Papamichael, habitual colaborador de James Mangold. Hay primeros planos realmente muy bellos, donde aprovecha la expresividad de sus intérpretes, e incluso de él mismo, con una luz baja, pero nítida al mismo tiempo, dándole un equilibrio entre la oscuridad y la claridad que plantea el film.
La inteligencia de la estructura dramática, proporciona un guión que funciona como bola de nieve, donde la caída de un personaje trae como consecuencia la caída de otro, de forma evolutiva.
La banda de sonido de Alexandre Desplat proporciona un nivel tensión increscente. Ryan Gosling, como protagonista absoluto es inmenso. El joven actor de 30 años, está pasando por un momento brillante de su carrera, y la forma en que maneja la dicotomía del personaje, cómo pasa de ser un jefe de campaña entusiasta, creyente, inocente a descubrir su lado oscuro, no se da de manera abrupta, sino prácticamente fluida, liviana, natural. Todo esto gracias al carisma y talento de Gosling.
El resto del elenco encabezado por Seymour Hoffman, Giamatti, Tomei, Wright y Evan Rachel Wood es sólido, aun cuando interpretan personajes muy parecidos a otros encarados en el pasado. Especialmente Seymour Hoffman. Claro, que todos se destacan y el propio Clooney tiene escenas donde se luce con su austeridad.
El problema del film es que no resulta ni novedoso ni sorpresivo. Al haber visto todos los films que enumeré en el primer párrafo, además de City Hall (film de Harold Becker con Pacino y Cusak, que iba por el mismo lado), Secretos de Estado, peca de inocente. A pesar de sus méritos en puesta en escena y narrativa, la historia no es demasiado atrapante. Ya está vista. Es un deja vu. Cuando se van sucediendo los infortunios en el camino del personaje de Stephen, no es difícil preveer lo que va a pasar o cuál va a ser la carta que el mismo va a usar para salirse con la suya… Y cuando eso sucede, no hay marcha atrás. El film está corrompido y se convierte en lo que critica: una película política más, que en unos años se va a confundir con otras películas políticas.
Se trata de un traspié en la sórdida carrera de Clooney como realizador. Quizás le sirva para iniciar su propia campaña política en el Partido Demócrata, al cuál parece defender a pesar de la hipocresía que menciona en el film.
Casi pareciera decir: “el partido demócrata tiene un gran discurso, pero de vez en cuando tenemos un desliz”. Una lástima que el desliz no sea político en este caso, porque sino la crítica sería mucho más interesante.
Nadie es perfecto. Ni siquiera George Clooney.