Hollywood apostó por más obsesión y menos miradas
Llegó la esperada remake de “El secreto de sus ojos”, el gran filme de Campanella. Y no es lo mismo. Las innovaciones han restado cambios de tonos y no han aportado nada. La comparación es inevitable y es entendible: Nicole Kidman, con mejor cara, sigue siendo una muñeca tiesa y esta a mil kilómetros de la soberbia Soledad Villamil; el morocho Chiwetel Ejiofor, (“Doce años de esclavitud”) es Ray, agente del FBI especializado en contraterrorismo, un Darín menos romántico, menos gastado y más desesperado; Julia Roberts hace el papel de Rago y se luce a cara lavada como esa madre desolada que solo vive para mantener viva su obsesión; de Francella, pero sin nada de humor, está Dean Norris. La trama tiene por supuesto puntos de partida parecidos, pero el filme apunta más a lo estrictamente policial y deja muy al costado el humor y el romance. La trama se recuesta más en la tragedia que vive la Roberts. Y por eso la obsesión está en el centro de la escena. Y si bien está narrada con solvencia, la adaptación descuida el verdadero rumbo del texto de Sacheri, que no es otro que el jugueteo cambiante de los personajes por encima de una historia que ponía a la mirada (para descubrir el crimen y descubrir el amor) como el centro del relato. El amor entre el investigador y la fiscal aquí es apenas el esbozo de una historia no cumplida. No fue y listo. La desesperación de la madre es el eje de una historia que deja ver, por detrás, las Torres Gemelas y el terrorismo. Como thriller la cosa no avanza con la garra necesaria, aunque el final, cambiado y todo, sigue impactando. De cualquier manera, no es un producto desechable. Hay tema y buenos actores, aunque falta el humor que en la versión de Campanella era como un remanso para aligerar tantos contornos sombríos.