Un cover
La novela de Eduardo Sacheri vuelve al cine esta vez en clave hollywoodense, con un afamado guionista y un elenco prometedor. Como dictan los anales del género policial al principio tiene que haber un muerto, Campanella usó a la ignota Carla Quevedo y Billy Ray a Zoe Graham pero con el primer desfasaje en la historia original: Graham en la ficción es la hija de Julia Roberts, agente del FBI. Chicas muertas, jóvenes, asesinadas y antes sometidas a una violación. La ubicación tiempo/espacial es ahora en Estados Unidos post atentado a las torres gemelas. Paranoia total. Servicios especiales infiltrados en mezquitas y todas las cosas que se puedan imaginar. La película falla desde el título, los ojos de ninguno (completan la primera línea del reparto Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor) dicen mucho. Como adaptación es muy mala, y como película en sí es muy regular.
Es imposible imaginarse a la ganadora del Oscar a mejor actriz por Erin Brockovich estudiarse los movimientos de Guillermo Francella o de Pablo Rago -ojo, tiene un Oscar más-, aunque el director argentino figure como director ejecutivo. Cuando se empieza el rodaje de una novela es condición sine qua non convocar a su autor y mostrarle el primer corte, allí decidirá si la leyenda dirá “inspirado en la novela de” o “basado en la novela de”. Los que eligen la primera opción son los que no ven representado un pomo en lo que una vez escribieron, así se sentirá Sacheri que publicó La pregunta de sus ojos en 2005 y ya se le fue completamente de las manos. Las actuaciones son buenas pero los personajes están mal caracterizados, en los flashbacks llega a confundirse el antes y el después. Los fanáticos de las series verán cierta estética de Homeland y disfrutarán del hilarante Dean Norris y del enigmático Michael Kelly.
Los chistes de la versión original están mal calcados, caen en lugares (muy) comunes y en contraste con la estoica Roberts, llegan a exasperar. El fútbol -no tan importante para los yanquis- es cambiado por el béisbol en la recordada escena del estadio, la espera en una estación de trenes por una búsqueda inteligente mediante internet y la historia de amor que termina bien se apelmaza en una que nunca llega a ser. El montaje es bueno, en sintonía con el trabajo del director de fotografía, Daniel Moder (esposo de Roberts), y la música queda relegada nuevamente a las buenas manos de Emilio Kauderer. Desde el paisaje urbano también nos sentiremos ajenos de las reconocibles calles porteñas y su geografía, el afiche ya nos intimida con sus edificios gigantescos.
En síntesis, intenta ser un cover de esos que anhelan la versión original pero se pierde antes de llegar al final porque la voz cantante (Billy Ray) está desafinada. Por más que algunos de la banda no se hayan dado cuenta o no lo sepan reconocer después. En algunos lugares las malas bandas de covers triunfan como en Mar del Plata, así que quien sabe cómo le vaya a esta película.