El mismo secreto con distintos ojos
Es difícil hablar de “Secretos de una Obsesión” (The Secret in Their Eyes, 2015) de manera independiente y despojada de cualquier juicio previo. La obra de Juan José Campanella, ganadora del premio Oscar a mejor película extranjera en 2010, significó un gran orgullo dentro del cine argentino y probablemente esta remake sea inevitablemente condenada por el público local, a excepción de los curiosos que quieran ir a verla con el único objetivo de compararlas. Pero a pesar de que lo más acertado sería determinar primero si esta adaptación funciona por sí misma, en casos como este es imposible dejar de lado el material original en el que fue basada.
Siguiendo la tradicional costumbre de Hollywood de reversionar y localizar los éxitos extranjeros, la película dirigida por Billy Ray (guionista de Capitán Phillips y Los juegos del hambre, entre otros) se posiciona como un thriller policial bastante común dentro del cine norteamericano, casi calcado de un capítulo de La ley y el orden. En este caso se decide cambiar la dictadura militar argentina de los 70’ por la incertidumbre post atentados de las torres gemelas, como un contexto histórico casi accesorio. Lo que termina haciendo que el contraste entre el relato pasado y presente pierda fuerza a nivel narrativo. Si en “El Secreto de sus Ojos” parte de su encanto estaba en ver como un truculento crimen y el trasfondo político cambian radicalmente a cada uno de los involucrados, en la versión estadounidense, el transcurso de diez años y el terrorismo islámico se hacen demasiado poco para notar una gran diferencia en el desarrollo de los personajes.
Por otro lado, algunas modificaciones en el argumento original hacen que el relato se vuelva confuso entre tantas deducciones e hipótesis durante la investigación. Teniendo en cuenta que desde el principio no se hace ningún esfuerzo en ocultar la identidad del asesino.
Ya después queda como anecdótico que los personajes de Julia Roberts (en una lograda actuación) y Dean Norris, sean una combinación de los interpretados inicialmente por Guillermo Francella y Pablo Rago. O que en vez de perseguir al culpable en la cancha de Huracán, el climax suceda durante un partido de Baseball. El problema principal es que la historia pierde la sutileza del relato original.
En el guion de Eduardo Sacheri, junto a la dirección de Campanella, se hacía especial hincapié en los silencios y la actuación gestual, tanto para generar tensión como para marcar los tiempos en el proceso de cada personaje. En esta remake, el romance entre Chiwetel Ejiofor y Nicole Kidman (versiones simplificadas de los papeles de Ricardo Darín y Soledad Villamil) se convierte en un recurso que los personajes secundarios necesitan recordar constantemente, por miedo a que el espectador se olvide que los protagonistas están secretamente enamorados.
En definitiva estamos hablando de idiosincrasias totalmente distintas, que no se reflejan solamente en la manera de hacer cine. Sino que se hacen notar desde la forma en que se encara una escena, hasta el modo en que se habla de la pena de muerte.
Son este tipo de adaptaciones las que se asemejan a un producto descartable, casi a pedido, que solamente se estrenan solamente para ocupar un espacio estudiado en las salas. Como sucedió en su momento con “Criminal” (2004), reinterpretación fallida de Nueve Reinas (2003), hoy es el turno de El Secreto de sus Ojos (2009) en tener su versión boba. Y teniendo en cuenta el nivel creciente del cine argentino, podemos estar seguros de que no será la última.