Los hermanos sean unidos
Película de climas y logradas interpretaciones, Secretos ocultos (Marrowbone, 2017) es la puesta al día de historias de fantasmas que esconden, en realidad, una oscuridad más grande que la de los propios monstruos que acechan a sus protagonistas.
Inscripta en cierta corriente sobrenatural del cine de género, que aprovecha el fuera de campo como base argumentativa, esta historia de los hermanos que deben enfrentarse a la sociedad (su principal amenaza) para sobrevivir de alguna manera, tiene puntos de contacto con propuestas como Los otros (The others, 2001) y La dama de negro (The woman in black, 2012), entre otras.
Cuatro hermanos a la deriva en una derruida casa, es la excusa ideal para hablar del amor fraternal, y de un coming of age de los protagonistas en los que los recelos entre ellos y el misterio tras la desaparición de uno de los miembros de la familia, son solo alguno de los disparadores del conflicto y la tensión necesaria para avanzar en el relato.
Construida sobre la base de las interpretaciones, el principal riesgo que corre esta película dirigida con solvencia por Sergio G. Sánchez, es el de entenderse como producto de terror básico. Secretos ocultos posee una progresión narrativa lenta, y suma pocos sobresaltos a lo largo de su metraje, acercándose más al melodrama que al género con la que se comercializa.
Con esta salvedad, que puede afectar a quién se acerque para buscar sangre y muerte en el relato, el film propone una mirada sobre los personajes que presenta, y aquellos antagonistas que se suman, para resolver con habilidad sus premisas adicionando el misterio que tras las paredes de la casa se esconde.
La docilidad de los cuerpos de los personajes, que viven un idilio entre ellos y el lugar que llegan para habitar, rápidamente se verá trastocada por un salto temporal en el que se refuerza el halo de intriga necesario para generar el interés en el desarrollo de la historia.
Importa mucho menos los pasos que ellos dan dentro de la vivienda, que los sentimientos y percepciones de los otros hacia ellos. La casa es construida en la pantalla como una fortaleza, como el lugar de sosiego, pese a que los ruidos de los viejos pisos y la decisión de esconder los espejos (para evitar los reflejos) responden a ciertas convenciones que terminan, hacia el final, por desentrañar la dolorosa verdad de la historia.
A las logradas interpretaciones de los actores protagónicos que representan a los hermanos (George MacKay, Charlie Heaton, Mia Goth, Matthew Stagg) se suman dos personajes que determinarán su accionar (Anya Taylor-Joy y Kyle Soller), una mujer que se convertirá en el objeto de deseo de uno de ellos y un abogado sin escrúpulos que comenzará a agobiar al grupo con requerimientos técnicos que inevitablemente precipitarán el desenlace de los conflictos.
Algunos giros de la historia, ubicados estratégicamente hacia el final para sorprender narrativamente, resienten la lograda progresión y construcción dramática de una propuesta que prefiere crear atmósferas y climas, subrayar la tensión, y enternecer al espectador con una serie de personajes que revelarán la necesidad de esconderse y aislarse en esa vivienda abandonada, más que asustar con sangre y muertes.