Secretos ocultos

Crítica de Rosana López - Fancinema

ANTE TODO “LA FAMIGLIA UNITA”

Gran desilusión será pensar a Secretos ocultos como un film netamente de terror, porque aquí lo que tenemos es un drama duro con ciertos tintes de thriller psicológico y no más que eso. Tomarla como una de terror limita, tal vez, su disfrute.

Esta historia que aprovecha la vorágine de películas con hermanos huérfanos que habitan mansiones destartaladas -algo visto en la pobrisíma Los inquilinos– tiene la influencia de la siempre recordada Flores en el ático, el misterio tajante de Los otros y esa esencia de El orfanato cuyo escritor y guionista es el director de esta, Sergio G. Sánchez. Apoyado por J.A. Bayona, el realizador saca su segunda obra a las pantallas comerciales luego del desconocido telefilm Las manos del pianista.

Ambientada a finales de los 60’ una familia de tres adolescentes y un niño junto a su madre escapan de las garras de un padre golpeador hacia Estados Unidos. Lástima que esa pequeña victoria rápidamente se convierte en profunda tristeza cuando su madre muere enferma. Los chicos pactan jamás separarse y ocultan al exterior la ausencia de un adulto, ya que todos son menores que corren el riesgo de terminar en instituciones o familias de cuidado. A todo este lindo decorado se le suma una presencia sobrenatural que acecha en la casa; una joven bibliotecaria interpretada por Anya Taylor-Joy (el nuevo rostro del terror/thriller) que se enamora del hermano mayor; y el pretendiente de ésta -abogado él-, que al no ser correspondido desea rivalizar con el más grande de los Marrowbone y descubrir todos los secretos de su morada.

Y con todo ese embrollo bien novelesco tenemos casi dos horas de film que promete en su primera mitad, con una excelente fotografía cálida de día y tenebrosa en las horas más oscuras de los rincones del viejo caserón, pero que cae en la repetición cansina en lo que resta de metraje. Parece que Sánchez prefiere moverse en terreno seguro con narraciones ya vistas hasta el hartazgo que apostar por mayores riesgos. Lo mismo sucede con la elección de la música excesivamente edulcorada y sobreutilizada en espacios incorrectos y meramente de relleno.

Tal vez que Secretos ocultos sea “fácil de llevar” se deba a ese reparto de jóvenes promesas en el actual cine/serie fantástico o de terror como la mencionada Taylor-Joy, responsable de la solemne La bruja y apañada por Shyamalan en Fragmentado, Charlie Heaton que es el adolescente rebelde en la serie Stranger things y Mía Goth de La cura siniestra, siempre relegada a papeles de chica naif de hermosa belleza extraña pero de escaso carisma actoral. Aunque todos ellos funcionen aquí como bloque jamás se destaca uno por sobre el otro. Y éste parece ser el nuevo cliché más cómodo que optan los directores de thrillers, el de construir personajes diferentes dentro de una misma familia: el joven adulto que se hace cargo de los demás, el rebelde sin causa, la chica madre y el niño temeroso. Lo que a mediados de los 90 y durante el 2000 supo ser el cliché de personajes en los grupos de amigos: el jugador de fútbol, el cerebrito, entre otros lugares comunes.

Además del terrible drama mencionado, este relato melancólico presenta un manotazo de ahogado en forma de giro final un poco insostenible, que sin embargo se soporta dentro de toda esta parafernalia de fantasía. Producto que no debe ser tomado con tanta seriedad por el espectador experimentado.

Secretos ocultos a pesar de haber llegado un año después de su estreno comercial -lo que resta un poco su popularidad por el abanico de historias ya exhibidas en cartelera-, se deja ver por su correcta calidad, porque entretiene sin pretensiones, supera la pobre oferta del cine de género en la pantalla grande y, de paso, nos hace acordar -guiño- a una de Darín.