Tres personajes en apariencia, completamente diferentes, van reconstruyendo un fragmento de la memoria reciente, una revelación sobre los años más oscuros de nuestro país y cómo, en un lugar completamente impensado y tras unas puertas tijera de metal, detrás de esas rejas, se “escondía” en pleno centro de la Ciudad, un centro de detención clandestino.
Los titulares de los diarios rezan, entre otras grandes frases en letras de molde “Memoria de muerte en pleno Florida”. Es que las que hoy conocemos como Galerías Pacífico en Florida y Córdoba en Capital Federal, funcionaron oportunamente como un centro de detención y tortura.
Así es como los directores Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain van relacionando los relatos de un ex detenido-desaparecido en búsqueda de su verdad más de treinta años después, un arquitecto investigador de arqueología urbana y especialista en materiales de construcción de siglos pasados y un fotógrafo.
Durante la filmación de un video clip del tema de Fito Páez, “Ciudad de Pobres Corazones”, en los subsuelos de Galerías Pacífico, uno de los técnicos identifica más de diez años después, el dibujo de las baldosas del lugar y sabe a ciencia cierta que es el lugar donde estuvo detenido-desaparecido durante el ’76.
Echando mano a diferentes técnicas y sin presentar el relato ni en forma cronológica ni ordenadamente, a priori, Castro y Martinez Zemborain, prefieren invitar al espectador a ir recomponiendo a modo de un rompecabezas, la información que van aportando cada uno de los entrevistados junto al material de archivo.
Tampoco “SEGUNDO SUBSUELO” apela al típico testimonio de personajes mirando a la cámara sino que por el contrario, a través de sus relatos y poniéndolos en acción, va estructurando una red de información que va a ir develando lo ocurrido durante la Dictadura en el Segundo Subsuelo de las Galerías Pacífico, para muchos de nosotros, un dato desconocido.
O como más particularmente, el tercer subsuelo contado a partir de la vereda, lo denomina Diego Kohan, hijo del mítico Jaime Kohan, fundador del Teatro Payró, ubicado en la misma manzana, y será él quien aporte además una anécdota de los disparos escuchados en el teatro en plenos ensayos, desconociendo totalmente lo que acontecía a pocas paredes de por medio.
Es interesante descubrir como el aparato Estatal borraba toda geografía e instalaba el horror en el espacio menos pensado. Con los elementos testimoniales con los que cuentan, los directores van conformando un cuerpo documental que habla por sí mismo sin ningún tipo de necesidad de apelar al subrayado o a la sobreexplicación sino que se limita –y lo que no es para nada poco- a exponer fielmente los hechos acontecidos y a explorar como se intentó borrar todo rastro de lo acontecido y por ende, lo dificultoso que sigue siendo, aún en la actualidad, poder abordar esta temática.
Si bien por la temática y el estilo narrativo, “SEGUNDO SUBSUELO” es un relato atrapante y que queda condensado en compactos 62 minutos, mucho de su impacto y de su solidez se debe al minucioso trabajo de edición de Emiliano Serra que enhebra los relatos de manera que fluya la narración por fuera de todas las convenciones del género.
El Archivo Nacional de la Memoria, los recortes periodísticos, las vivencias de los protagonistas con sus contundentes testimonios y el trabajo de Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain dan cuenta, una vez más, de la necesidad de una memoria activa, de seguir rearmando nuestra propia identidad y no dejar que los momentos de oscuridad queden en el recuerdo y pasen desapercibidos para las nuevas generaciones.
De esta forma, “SEGUNDO SUBSUELO” no solamente tiene un valor intrínseco como documental sino que además se alza como una necesidad de seguir recorriendo nuestra historia para no olvidar, para no dejar atrás el horror y para que desde el cine y el arte en general se siga abordando activamente esta temática como alegato de nuestra historia reciente.