Una película artesanal para que los chicos descubran una narración distinta y valiosa
En tiempos de vertiginosas imágenes digitales y efectos en 3D, la stop-motion (animación artesanal cuadro por cuadro) resulta una verdadera rareza. Tan extraña como una producción para chicos made in Uruguay y distribuida aquí por el grupo Disney.
También es particular la elección: una trama de piratas (en la primera mitad) y, ya desde el subtítulo, una historia inspirada en el célebre náufrago británico Robinson Crusoe (en su segunda parte).
Al ritmo de una pegadiza música de candombe y con un vistoso diseño visual (aun cuando el acabado esté lejos de la perfección hollywoodense), Selkirk... entrega buenas dosis de humor e ingenio a la hora de desarrollar las desventuras de la patética tripulación del galeón Esperanza, que en 1690 zarpa en busca de un tesoro. Más tarde, el antihéroe quedará varado en una isla tropical y, allí también, la narración perderá buena parte de su fluidez y de su gracia.
El film regala las moralejas esperables en todo film infantil políticamente correcto (el egoísmo, la codicia y el individualismo del protagonista se irán transformando, con la experiencia, en sentimientos mucho más nobles), pero sin caer en el didactismo ni la obvia bajada de línea.
Es probable que a cierto sector del público habituado al ritmo frenético y la espectacularidad de las imágenes de las producciones animadas del cine norteamericano le cueste un poco habituarse al tono, al ritmo y al estilo de esta más que digna propuesta uruguaya, pero resulta un buen ejercicio que los niños de hoy descubran que existe otro tipo de narraciones tan valiosas e igualmente recomendables.