Negros. Esclavitud. Post-esclavitud. Post Guerra Civil. Secuelas. Reconstrucción. 1965. Derecho al voto. Marthin Luther King. Lucha. Ya lo dijo Saturday Night Live. 28 razones para abrazar a un negro. Slavery.
Imposible no conmoverse con la historia de Marthin Luther King y con sus discursos. Esta suerte de biopic lo muestra como un luchador férreo y un orador nato, usando como marco histórico las marchas desde Selma (no es el nombre de una mina, es una ciudad) hasta Montgomery, Alabama, en 1965, en lo que fue el tramo final en la lucha por el derecho al sufragio de los negros en Estados Unidos. Promulgación de la Ley de Derecho al Voto ese mismo año por parte del entonces presidente Lyndon B. Johnson.
Marthin Luther King en la política, MLK en su vida familiar, MLK como líder militante por los derechos civiles. MLK siempre con la misma cara y el mismo tono de voz. MLKTKM.
Un personaje emblemático sin demasiada profundidad, sin demasiados contrastes ni relieves (excepto por una suave alusión a una infidelidad, enseguida comprendida y justificada. Con el stress del pobre tipo, lejos de casa en las interminables marchas y manifestaciones, uno de los próceres de la humanidad, si él no tiene derecho a ponerla, no sé qué queda para el resto de los mortales). El héroe indiscutido, recortado en un periodo de tiempo, eludiendo sabiamente los lugares comunes de su figura (el “I have a dream”, su asesinato).
Indicio de familia de MLK desmoronada. Se abandona ese hilo argumental en pos de concentrarse en las marchas. Su esposa perdona y acompaña.
Una suerte de telefilm con una estética llamativa. Las marchas, inicialmente repudiadas por las autoridades locales, mostradas en ralenti, con música extradiegética, logrando así una estetización de la violencia, lo que conlleva inevitablemente a cierto distanciamiento. Lo que intenta ser monstruoso termina causando un efecto de extrañamiento en el espectador. No hay caos, solo secuencias cuidadas con violencia involuntariamente atenuada.
Los peores exponentes de la caricaturización extrema son Tim Roth como el gobernador George Wallace y David Dwayer en el papel de Chief Wilson Baker.
Reuniones con Lyndon Johnson. Figura no del todo explotada. Agenda política. Súbito cambio de parecer del Presidente. Los personajes, mostrados como vestigios fósiles de la historia, en una construcción binaria maniquea poco interesante. Los peores exponentes de esto son los personajes de Tim Roth como el gobernador George Wallace y David Dwayer en el papel de Chief Wilson Baker. Caricaturización extrema.
Comunicados en forma de telegrama del FBI. Seguimiento de todos los pasos de MLK. Conversación entre Lyndon Johnson y el presidente del FBI, J. Edgar Hoover. Cara de impío de este último. Con el FBI no se jode. Con J. Edgar, menos. Insinuación, mensaje. Muerte anunciada. Inserción en pantalla de telegramas del FBI sin ningún motivo aparente (no se retoma el tema; la escena antes mencionada solo sirve para explicitar que MLK está siendo investigado). Recurso inútil y vacío.
Circularidad. Abre con discurso, cierra con discurso.
Canción original nominada al Oscar, a cargo del hip-hopero Common, que también actúa en la película. Negros que lloran en la ceremonia. David Oyelowo (MLK) llora con lágrimas anchas como Viola Davis en Doubt. Moco que llega a la boca. Chris Pine también llora. Un rubio de ojos celestes con culpa.
Canción gana el Oscar. Glory. La cantan en vivo y muchos negros bailan y cantan desaforadamente comos si todavía estuvieran en una plantación de algodón. El público presente, emocionado, aplaude de pie. Yo confundo, en el estribillo, Glory con Boring. Mala mía.
Brad Pitt y la culpa progre blanca retroactiva que le surgió a partir de 12 Años de Esclavitud, donde parece que anduvo confraternizando con negros y se conmovió. De nuevo produce otra película innecesaria sobre los negros. ¿Será la próxima la biopic sobre Obama?
Un sketch de 3 minutos de SNL es más poderoso y eficaz que una película (o varias) de dos horas: