Juventud en marcha
Las primeras escenas de Selma, tercer largometraje de la directora Ava DuVernay, hacían presagiar lo peor. Primero, vemos al reverendo Martin Luther King recibiendo el premio Nóbel en 1964; luego, una explosión que mata a unas niñas que bajan las escaleras de una iglesia filmada ¡en cámara lenta!; más tarde, a una mujer negra (la estrella de los medios y coproductora del film Oprah Winfrey) siendo rechazada con absoluto desprecio cuando va a inscribirse para votar. O sea, didactismo, golpes bajos, sensacionalismo y excesos propios de la corrección política mal entendida.
Sin embargo, cuando empezamos a convencernos de que estamos ante otra biopic abyecta, Selma empieza a enderezar el rumbo incursionando en zonas bastante más interesantes: por un lado, narra la progresiva desintegración del matrimonio entre MLK (David Oyelowo) y su esposa Coretta (Carmen Ejogo) por las infidelidades de él y las crecientes amenazas que reciben; por otro, describe el espíritu de época con elementos de thriller político en el que aparecen desde sus encuentros (y desencuentros) con el presidente Lyndon B. Johnson (Tom Wilkinson) hasta las confabulaciones pergeñadas por el siniestro J. Edgar Hoover (Dylan Baker).
Así, más cerca de Lincoln, de Steven Spielberg, que de las concientizadoras El mayordomo o 12 años de esclavitud, Selma encuentra su corazón en las tres marchas que entre Selma y Montgomery, en pleno reaccionario estado de Alabama, encabezaron MLK y el Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC). La reconstrucción de esas caminatas de 80 kilómetros (los primeros intentos fallidos por la brutal represión policial) es muy buena (intercalada con imágenes reales de archivo), así como los matices, la diversidad y las diferencias entre los integrantes de los diferentes grupos que integraron el movimiento por los derechos civiles (a esa altura, por ampliar a todos los negros el derecho a voto).
Está claro que Selma -nominada al Oscar principal- no es la obra maestra que los principales críticos de Estados Unidos (calificación de 100/100 para The New York Times, Variety, Village Voice, etc.) aclamaron, pero tampoco un despropósito. Es un film que preanunciaba lo peor y termina siendo bastante noble y digno. Y resulta, sobre todo para el contexto actual de los Estados Unidos, donde el racismo y los abusos policiales están muy lejos de ser algo del pasado, una película importante y necesaria.