SELMA no es una biografía sobre Martin Luther King. Es una película que analiza las políticas concretas del movimiento por los derechos sociales en los años ’60 en un momento histórico específico. Esta es la primera señal de inteligencia que posee el filme y que la distancia de muchos de los otros productos “oscarizables” que circulan en esta época del año. No intenta cubrir a la figura sino mostrar un momento clave no solo en su vida sino en la de la reivindicación de los derechos de la comunidad afroamericana en los Estados Unidos.
En ese sentido, SELMA se parece más a LINCOLN, de Steven Spielberg, que a muchas de las películas contra las que compite en el Oscar este año. Y no me refiero, necesariamente, a que ambas trabajan sobre un tema de inclusión racial similar (en cierto punto uno hasta podría decir que SELMA es una especie de “secuela” de LINCOLN) y ponen a los derechos civiles en el centro de la escena. No. La comparo a esa excelente película porque ambas son, más que cualquier otra cosa, películas sobre la política, que entienden que los hechos que cambiaron la historia no son necesariamente episodios aislados o gestos heroicos (ésta los tiene, pero no de la manera esperada) sino la conjunción de un grupo de personas que toman decisiones estratégicas con la fe y la confianza de convertir esas políticas en realidad.
SELMA-articleLargeMartin Luther King fue, sin duda, la cabeza visible de ese movimiento y uno de los principales impulsores de esa marcha de Selma a Montgomery –dos ciudades de Alabama no particularmente amables con los ciudadanos de raza negra, ni en el siglo XIX ni en los años ’60 y muy probablemente tampoco ahora– que, por la violencia que suscitó, terminó por convencer al gobierno norteamericano de darle la posibilidad a la población negra de registrarse para votar en las elecciones. Teóricamente, esa posibilidad estaba, pero los impedimentos y trampas para cumplir con ese registro eran tantas, que en la práctica muy pocos podían votar.
King y sus distintos equipos de trabajo se suman a la decisión de un grupo de activistas de la zona para hacer una marcha no violenta (que terminaron siendo una serie de marchas) en 1965 para protestar por los impedimentos a esos derechos que eran constitucionales desde que el Acta de Derechos Civiles proclamada el año anterior había acabado, legalmente, con todo tipo de discriminación. Y SELMA es la historia de esos encuentros, debates, discusiones, controversiales decisiones estratégicas y maniobras políticas para conseguir el objetivo deseado. Incluyendo, claro, las marchas en cuestión.
selma-anatomy-videoSixteenByNine540Si bien la familia de King (un excelente David Oyelowo, capturando a la perfección las inflecciones y la gravedad del personaje) es parte del filme –y se mencionan sus problemas personales, más que nada a partir de los intentos del FBI de quebrar la pareja a partir de escuchas telefónicas que involucraban al Reverendo con amantes–, DuVernay pone el centro en las negociaciones, de la misma manera que Spielberg lo hacía en el filme citado (Nota: la familia de King es dueña de los derechos de los discursos del Reverendo y no los cedió por lo que los discursos que Oyelowo da son inventados por el guionista y muy creíbles).
Veamos. Hay que tratar de manipular al presidente Lyndon B. Johnson, entonces se hará (algunos cuestionan la veracidad de esos hechos, pero no viene al caso ahora). Hay que poner en riesgo vidas de algunas personas enfrentándolas a la brutal policía de Alabama y algunos lo aceptarán. Habrá que aprovechar la máxima difusión que puede dar la televisación de esas marchas, y King y los suyos lo harán también. Se puede estar de acuerdo o no con sus decisiones –la película celebra a King, pero deja la puerta abierta a cuestionar algunas de sus elecciones–, pero SELMA las muestra desde el corazón, desde adentro, sin intentar convertir a su protagonista en un prócer.
JPSELMA-articleLargeNo. King fue un líder político y las violentas marchas de Selma a Montgomery (fueron tres, ya verán los detalles, circunstancias y consecuencias de cada una) fueron calculados golpes de efecto para sacudir a la opinión pública y torcer decisiones presidenciales y, especialmente, de gobernadores sureños. Para llegar a eso, más que héroes se necesitó inteligencia política y es a eso a lo que va el filme. Es cierto que en algunos momentos le es inevitable caer en algunas situaciones dramáticas excesivas (algunas válidas, como la de un asesinato de un militante entre una y otra marcha; otras un tanto tramposas y cercanas al golpe bajo, como la que dio origen a la película de Spike Lee, 4 LITTLE GIRLS), pero lo central del filme permanece, su honestidad brutal a la luz de algunos hechos específicos.
En SELMA no existen esas trampas narrativas de guión tan caras a Hollywood como poner a un “hombre blanco” de testigo y narrador. La épica que se construye a partir de lo que sucede en las marchas se siente honesta con los hechos y no una impostación o una glorificación típicamente cinematográfica. Son personajes con contradicciones (acaso los únicos pintados de manera unidimensional son los policías blancos que atacan a mansalva a todos los manifestantes negros, incluyendo mujeres y niños, pero no imagino que hayan sido muy distintos), especialmente King, alguien que era potencial víctima de una biografía banal y hagiográfica, pero que recibió una justa y honesta. La de un hombre inteligente y con un alto grado de manejo de la estrategia política que le permitió ser capaz de lidiar con los límites impuestos por la mayoría racista blanca.
selmaEn ese y otros sentidos, SELMA es la LINCOLN de esta temporada: la película política que será pasada por alto a la hora de los premios (ya lo fue durante las nominaciones, con innecesario “mini-escándalo” incluido) porque no tiene la espectacularidad, la emoción, la falsedad o el prestigio buscado de muchas de las producciones que salen a la pelea por el muñeco dorado como si fuera lo único que dignifica y justifica su existencia cinematográfica. No importa, finalmente: la historia olvidará las nominaciones. Lo que importa es que SELMA es una de las mejores y más honestas películas hechas sobre la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. Y eso no lo va a cambiar un Oscar más o uno menos…