Yo tengo un sueño
Selma: El poder de un sueño (Selma, 2015), uno de los films que compiten por el Oscar a la Mejor Película, retrata la lucha emprendida por Martin Luther King y la comunidad negra de los Estados Unidos. Si bien no se aparta de los andariveles de la corrección política, la reconstrucción de la época y el esbozo de un personaje tan interesante la convierten en una más que digna competidora.
Ya se sabe: a los miembros de la Academia les encantan los films con enfermos crónicos que logran cumplir sus ambiciosos objetivos, con guerras (si es con amplio protagonismo americano, mejor), y con luchadores que dejan marcas en la historia. A este último rubro adscribe Selma: El poder de un sueño, película revisionista y con resonancias en la actualidad. Porque por más los estadounidenses tengan un presidente negro, los conflictos raciales y la idea de la supremacía blanca siguen latentes en Estados Unidos.
La película de Ava DuVernay se concentra en un puñado de personajes que cobraron protagonismo a partir de las célebres marchas por la lucha de los reconocimientos a los derechos de la comunidad negra, que comenzaron en la ciudad de Selma, precisamente, hacia 1964. Si bien el principal objetivo era el pleno ejercicio del voto para todos los negros, el reclamo fue mucho más amplio. Conforme al avance de las manifestaciones públicas, los violentísimos ataques (por parte de civiles y también de miembros del Estado) aumentaban en cantidad y en brutalidad. El film muestra esos momentos con la medida justa entre el registro documental y el efectismo al que todo drama –en mayor o menor medida- debe aspirar para que el espectador se identifique con lo que acontece frente a sus ojos.
Por fuera de aquellos momentos de mayor impacto,Selma: El poder de un sueño también propone una serie de secuencias que trazan las ambigüedades en el discurso del presidente Lyndon B. Johnson (Tom Wilkinson), tensionado por un grupo de actores políticos conservadores (incluyendo al siniestro Edgar J. Hoover) y la cada vez más poderosa masa de habitantes negros liderados por King (buen trabajo de David Oyelowo), centro gravitacional aquellas marchas y formidable orador. Esa es la sub-trama más interesante de todas, y también es otro acierto la inclusión de imágenes de archivo que se cohesionan bien con el material ficcional.
Es cierto que DuVernay no logra eludir las marcas nodales de este tipo de películas, las biopics históricas, pero más allá de una banda sonora que edulcora y magnifica de forma innecesaria, su película se sigue con interés y permite mostrar algunas líneas de ambigüedad en el seno de la vida marital de King y las divisiones internas dentro de la propia comunidad negra. Sin ser una gran película, Selma: El poder de un sueño es un más que digno producto histórico.