Selma no es la respuesta de 2014 a la visceral y emocionante 12 Years a Slave, pero toca temas similares, sobre todo haciendo énfasis en la triste -y todavía relevante- segregación racial hacia los afroamericanos. No se puede evitar hablar de que al momento de su estreno, el film de Ava DuVernay ocupaba un lugar privilegiado en las estimaciones para el Oscar, aunque finalmente se le hizo caso omiso y sólo rascó dos irrisorias nominaciones -Mejor Película y Mejor Canción- que enfocan aún más la discriminación racial latente.
Selma llegaba con muchas recomendaciones y altos espíritus, en un mes colmado de biografías de personajes reconocidos, carne predilecta de la temporada de premios. Es un placer entonces encontrar que no vamos a recorrer la infancia de Martin Luther King Jr. sino que la acción se enfoca en un momento singular de su vida, la encarnizada batalla por acceder al derecho al voto que tantas vidas se llevó hasta lograr el cometido del pueblo. Pasando el logrado efectismo de ciertas escenas filmadas por DuVernay y la escalofriante interpretación de David Oyelowo como King, la película tiene grandes escenas aquí y allá, pero algo en sus engranajes no termina de funcionar como una máquina bien aceitada.
Desde el comienzo, las primeras escenas auguran un escenario descarnizado y apuntando a las emociones para hacer largar la lágrima fácil, pero el pulso de la directora va cobrando envión y los diferentes enfrentamientos entre facciones se transforman en las mejores escenas que tiene para ofrecer. No todo es tan simple como blanco y negro, dentro del grupo comandado por King también hay diferencias sobre cómo enfocarse sobre el tema, y por otro lado se encuentra el presidente de turno, sin saber cómo proceder ante un evento de singulares características. Hay también una sombra sobre la persona de King, en las conversaciones que tiene con su mujer Coretta -Carmen Ejogo- sobre las más posibles infidelidades de él, pero el tema nunca se ahonda lo suficiente como para importar un peso en la historia. Es un detalle que apunta a humanizar al pacifista, para mostrarlo como una persona que cometió errores, pero de haber prescindido de esas escenas el resultado final no hubiese variado mucho.
Ayudada por un gran elenco de eximios actores y una historia que se siente más relevante que nunca, Selma apunta alto y se queda en la anécdota, aunque en el camino nos entrega en bandeja una excelente participación de Oyelowo que enoja por su ausencia en los premios de este año, mientras que actúa como una carta de presentación para una directora tan interesante como DuVernay.