Con este estreno llegamos a la cuarta (y última) biopic que se encuentra nominada como mejor película en la entrega de premios de la Academia a desarrollarse el domingo 22 de febrero.
Las próximas líneas pueden sonar duras pero no por ello tienen que ser mal interpretadas porque Selma es una buena película, pasa que ni de casualidad tendría que estar ternada.
Selma está nominada a mejor película únicamente porque trata un tema de interés por la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Más aún en esta premiación en donde los actores y actrices cuyo color de piel es negro no fueron ternados.
Sino no hay otra explicación porque la historia, que obviamente es conocida, no está contada de ninguna manera especial como para hacer resaltar la narrativa del film así como tampoco la manera en la cual está filmada.
La fotografía es simple, está compuesta por planos y angulaciones bastante comunes y no se aprovecha el despliegue de época generado. Un verdadero pifie por parte de la directora Ava DuVernay.
Sin embargo, la dirección de actores es bastante buena y se ve reflejada en una gran interpretación por parte de David Oyelowo. Su Martin Luther King es prácticamente igual al verdadero, a aquel que podemos ver en material de archivo.
El resto del elenco está bien pero tampoco para destacar.
En cuanto a la historia, el problema no radica en que es conocida sino en como está contada, porque aburre y la película se hace larga a pesar de que su metraje no es tan extenso.
Los golpes bajos no son tantos (aunque si en las primeras escenas), y en un momento se abre una arista interesante que luego no es explorada: las infidelidades de Martin Luther King hacia su esposa.
Lejos del efectismo de 12 años de esclavitud el año pasado, Selma se queda en el camino de poder hacer ruido no solo en la sociedad norteamericana sino también en las butacas.