Sobriedad para resaltar a un líder.
omo en Lincoln, de Steven Spielberg, la directora Ava DuVernay toma a un personaje -Martin Luther King-, pero para hablar de él no realiza una biografía (una biopic), sino que lo circunscribe a un momento histórico preciso.
Es una manera de abordarlo, y ciertamente eficaz, porque sin ser un docudrama ofrece suficientes pinceladas de cómo considera, la realizadora de color, que fue el protagonista.
En la película, por 1965 King lidera una marcha, siempre desafiante y desafiada, y a veces sangrienta, desde la Selma del título hasta Montgomery, en una Alabama gobernada por un blanco (Tim Roth). El maltrato, el desprecio de los racistas hacia quienes marchaban pacíficamente en su lucha por los derechos al sufragio de los negros, es por momentos gráfico.
Pero Selma no es, ni de lejos, 12 años de esclavitud. La degradación humana no es una exhibición de bajezas. Se puede generar el horror sin ser tan demostrativo como el filme que ganó, hace un año, el Oscar, el mismo premio al que aspira Selma, y probablemente no gane. Se entiende, aunque es discutible: la película producida por Brad Pitt trataba sobre esclavos, y ésta sobre un líder de los derechos humanos. Y ya sabemos qué es lo que prefiere Hollywood.
La película arranca con King y su esposa. El no parece estar muy convencido. Ella le arregla el nudo de su corbata. King está por aceptar el Premio Nobel de la Paz. A partir de allí, la elipsis que hace DuVernay es para atrapar lo esencial -la confrontación entre King y el presidente Lyndon B. Johnson (Tom Wilkinson), que sucedió a Kennedy y antecedió a Nixon, nada menos- por el derecho a los ciudadanos de color de poder votar en el Sur.
Selma no es una película política, sino humanista. Toma a King y lo retrata como hombre, sí, pero también lo muestra como un gran calculador y estratega. Pero a no engañarse, que los discursos que pronuncia en la película no son históricos y fueron escritos por DuVernay.
David Oyelowo, dentro de un elenco brillante y parejo, se debate entre la imitación y la personificación de Martin Luther King. Es tan convincente cuando está con Coretta, en su hogar en Atlanta, como cuando debe arengar a cientos.