El arriero va.
Un pueblo perdido en el tiempo, como tantos otros, es observado y registrado por la cámara al momento de llevar a cabo las actividades rutinarias. Los trabajos pesados de campo, las dificultades diarias, el viento frío, y la comida a leña son la cotidianidad que se presenta en este documental dirigido por Luis Sampieri.
Este es el pueblo de Amaicha del Valle, situado al norte de la provincia de Tucumán. En este pueblo donde reside una pequeña comunidad indígena de unos 5 mil habitantes, el servicio de internet se ve interrumpido debido a un temporal de fuertes vientos que azotan la región desolada.
Dada la cantidad de reclamos recibidos por el problema de señal, Mario Reyes, un arriero adulto y curtido de la comunidad, deberá liderar una expedición hacia la montaña junto con el ingeniero de la compañía para restaurar y reparar el servicio, ante toda adversidad meteorológica.
Esta es una película documental que encuentra su riqueza en la fotografía pictórica de la zona, y en sus características observaciones que a medida que corren los minutos, nos sumerge en una suerte de hipnotización al encontrarnos con las dificultades diarias que deben sortear estos personajes. Dificultades tal vez inexplicables para nosotros, dadas las enormes diferencias entre su estilo de vida y el nuestro.
Y son estas diferencias de vida en donde reside lo poético del documental: donde las cenas a leña calientan el hogar, donde las señales de humo dan aviso de seguridad, donde las charlas entre compañeros recaen en el anhelo de una vida ancestral que se aleja para darle paso a la tecnología inexorable de nuestra época, donde la antena significa el único vestigio de modernidad.
Un documental que explora a modo de espía estas vivencias tal vez crudas a nuestra manera tan tecnológica de ver las cosas, para contar una historia que si bien para los personajes no recae el mínimo interés, para nosotros puede significar un viaje interior en búsqueda de criticar nuestra realidad, tan aparatosa y cibernética.