LA ÚLTIMA PALABRA
Decir que Sentadas en el umbral tiene “punch” televisivo no es a priori algo peyorativo. De hecho, es esa faceta de sitcom noventosa, tanto en lo estético como en las actuaciones, lo que rescata a este film al mismo tiempo que lo hunde. Esencialmente porque hay una ambición temática y giros narrativos que traicionan al espectador, perdiendo fuerza la odisea de las protagonistas que son el foco del relato. Sin duda su formato de poco más de una hora garantiza entretenimiento, pero al mismo tiempo se desliza a un final forzado y poco consistente.
La comedia, de ligero tono a drama legal, también juega con algunos elementos del policial para dar a conocer sus incógnitas. Esta amalgama de géneros no termina cuajando de forma consistente y nos quedaremos apenas con una comedia dramática que termina atrayendo por sus protagonistas. En definitiva se trata de Teresa y Valeria, las abogadas de un estudio de casos de familia, sobreponiéndose a la humillación de haber sido utilizadas como piezas en un tablero que ellas no imaginaban. El caso que toman no es lo que parece y pronto comprenderán que no pueden confiar en nadie. Esta odisea propia de una buddy movie es lo que termina alcanzando al espectador, en lugar del subtexto o los golpes de efecto.
Esto sucede porque con la excepción de Teresa y Valeria, interpretadas por Victoria Céspedes y Soledad García, el resto del elenco termina resultando demasiado chato. Esta caricaturización afecta la ambición narrativa del film, que también se resiente al manipular el punto de vista de forma conveniente. El espectador accede a largas conversaciones que otorgan una información que las protagonistas desconocen hasta el desenlace, y cuando la conocen, se da un nuevo giro que obliga a repensar todo el film. Para no arruinar este golpe de efecto se evitará entrar en detalle, pero cómo se conectan los puntos de la trama termina estafando al espectador. Y no, no es Nueve reinas: quedan muchas cosas por cerrar cuando las protagonistas tienen su momento de redención y un final feliz demasiado forzado.
Muchos planos cerrados, interiores cálidamente iluminados y un imperio del encuadre medio: podríamos decir que tiene algo del cine de los ‘70 y ‘80, pero lo cierto es que también recuerda a la televisión de los ‘90. La banda sonora inevitablemente nos conecta más a la televisión y no hay mucho de búsqueda estética en estos dos aspectos. Incluso es lo que nos recuerda a un largo episodio de una sitcom. Son las actuaciones, incluso del elenco que no está tan bien definido, lo que destaca a Sentadas en el umbral: además de las mencionadas Céspedes y García, Fabio Aste y Fabián Arenillas cumplen en el espacio que les da el guion, aun si por momentos resultan una caricatura.
En definitiva, uno no puede negar que esta nueva película de Daniel Alvaredo (Paternoster, la terrible El peor día de mi vida) y Mónica Roza es entretenida y es su virtud. Pero el guion está atravesado por fallas insalvables y no hay estéticamente algún rasgo donde se destaque. Quedan las actuaciones naufragando con carisma entre un material más olvidable que otra cosa.