El sentimiento de confusión que proporciona esta película mientras la estamos viendo es directamente `proporcional a la búsqueda de sentido sobre la misma.
Se podría decir que es nada al mismo tiempo que quiere serlo todo, desprende en cada fotograma la idea de la independencia absoluta, simultáneamente se las arregla para constituirse dentro de los parámetros del “Sundance Festival”, ese que hace alrededor de 40 años creara Robert Redford.
A esto le podemos agregar lo indefinido del titulo original “Infinitely polar bear”, algo así como “Infinitamente oso polar”, pero que en estas latitudes alguien se le ocurrió “Sentimientos que curan”, ni aparecen osos polares y definitivamente no estamos frente a la curación de nada, si algo no trata el filme es de un personaje en camino de ninguna recuperación de salud, ni de alguna absolución.
No sólo desde las intenciones comerciales se puede oler esto, también narrativamente, sobre todo desde la estructura, es indefinible, arranca como un gran flash back, con una voz en off, quien se presenta como la hija mayor de un matrimonio conformado por Cameron (Mark Ruffalo) y Maggie (Zoe Saldaña), con características determinantes y muy significativas en su conformación.
Él, es hijo de una familia rica de Boston; ella, es de raza negra, de origen pobre, luchadora incansable, con una historia oculta. Él, sufre de una enfermedad mental, diagnosticado como maniaco-depresivo, (el termino de bipolaridad surge hace muy pocos años); a ella, sólo le importa el afecto que él le demuestra.
Así nos es presentada por Amelia (Imogene Wolodarsky) la hija mayor del matrimonio, quien esta interpretada por la hija de la realizadora.
Precisamente conformada la pareja, la historia se inicia a un año del estreno de “¿Sabes quién viene a cenar” (1967) y dos antes del estreno de “Love story”, como dice la canción del dúo cubano “Buena Fe ….
“Hay quien se atemoriza cuando entra en su cerebro
La información de su hija va a casarse con un negro”……
Estructuralmente el filme se construye también con indefiniciones, si comienza con un retorno al origen de la historia, para desde ahí ir desplegando de manera lineal y progresiva la historia familiar, circulando hacia un contexto sólido sobre que va a versar, desde la instalación del verosímil. Para que en un momento crucial del relato, se rompa con la constante para instalarse de manera episódica, demasiado fragmentada, subtitulando los sucesos con los nombres de las estaciones temporales, lo que va en detrimento del crecimiento emocional del texto. En tanto desde el relato, va cayendo en demasiados lugares comunes, sin profundizar ningunos de los temas que presenta,
Si algo sostiene todo son las actuaciones, una excelente performance de Zoe Saldana, pero una clase magistral de actuación de Mark Ruffalo, uno podría decir que parecería exagerado en la cantidad de manifestaciones que presenta en su interpretación, pero no es tan distante de la realidad, el compromiso corporal, el uso de la mirada para denotar sensaciones encontradas o perdidas, los cambios en los tonos de voz, todo un catalogo de recursos histriónicos sutiles y aparentemente inacabables. Claro que por momentos, y sólo desde la clínica psiquiatrita, parecería que estamos en presencia de un trastorno limite de personalidad, pero el diagnostico diferencial no esta del todo delineado.
Todas esas cuestiones de indefiniciones nombradas al principio, la independencia a ultranza y sus parámetros Sundance, se ven reflejados en toda la producción, pero las preguntas que se instalan, ¿de que se trata todo esto? ¿es sólo otra historia de un enfermo?. son respondidas al finalizar la misma, cuando durante los créditos aparece la dedicatoria a los padres de la realizadora y las fotos de ambos en una imagen vista durante la proyección, lo que la termina definiendo como un homenaje y agradecimiento a sus padres.
También podría pensarse en que todo es un opus para el lucimiento de Mark Ruffallo, quien es uno de los productores ejecutivos, de hecho, se roba la película, al tiempo que Hollywood le robo el “Oscar” el año pasado.