Es fácil desestimar a Infinitely Polar Bear gracias a su extraño título o a su temática, la lucha de un padre diagnosticado con depresión maníaca para mantener a su familia a flote mientras su mujer sale a ganarse el pan de cada día. Pero el debut como directora de Maya Forbes, que cuenta su historia personal, exuda confianza y tiene una humanidad demoledora, que eventualmente termina por asimilar al espectador de una manera u otra.
En la vorágine del film se encuentra un colosal Mark Ruffalo como Cam, el seguidor de un linaje de alcurnia al cual su enfermedad no le ha permitido terminar estudio alguno, conseguir trabajo o concluir cualquier proyecto, por más pequeño que fuese. Él cuenta con el amor de sus dos hijas, la mayor Amelia -Imogene Wolodarsky, hija de la directora y contrapartida fílmica de Forbes- y la radiante Faith -una explosiva Ashley Aufderheide-, pero no consigue recuperar esa chispa que tuvo con su esposa, la afligida Maggie que interpreta Zoe Saldana. Decidida a darle la mejor educación a sus hijas, Maggie decide retomar sus estudios para conseguirle un futuro mejor a su familia, pero la elección que debe tomar es drástica: mientras estudia, su inestable marido se debe hacer cargo de los retoños de la pareja.
Infinitely Polar Bear no necesita de golpes bajos para establecer la condición de Cam como algo grave. Si bien el cuidar de sus hijas de manera rutinaria ejerce una clara presión sobre él, sus hijas entienden a su padre de una manera muy madura, y ambas ayudan a sobreponerse de la situación mientras que no pueden evitar sentirse avergonzadas cuando su padre interviene una y otra vez en sus vidas preadolescentes. La química entre el cuarteto es fantástica y muy real, ya sea en las interacciones de Ruffalo y sus precoces hijas, donde Wolodarsky y Aufderheide proceden a devorar toda escena en la que están presentes, o en las idas y vueltas de Ruffalo y Saldana. El elenco necesita sostener esta idea de una familia disfuncional, y en ese aspecto cumplen con creces.
Forbes se lanza de lleno a contar su propia historia tanto como guionista como directora, y saltar alto le trajo sus buenos resultados. En menos de 90 minutos tiene resuelta la trama, con sus altibajos, sin recurrir al drama puro y duro, sino sobrellevar esa liviandad que pesa sobre un tema de este calibre. Hay una fluidez en su dirección que, acoplada a una agradable composición de los años '70 donde transcurre la acción, a veces transmite mucho más de lo que se dice.
Infinitely Polar Bear es mucho más liviana de lo que aparenta ser en un principio, pero dicha ligereza no obstruye el camino de contar una historia de vida para nada simple y no menos carente de obstáculos. Gracias a la fuerza actoral presente y al pulso de una directora que sabe lo que hace, el resultado final es una emocionante y humana lucha contra la desestabilidad mental que prometía poco pero que en resumidas cuentas entrega a raudales.