De bondades y sacrificios
Lejos del filme sensiblero, que busca la lágrima fácil, emociona en buena ley y con elementos genuinos.
Una película no puede nunca ser real, pero puede acercarse a la realidad. Sentimientos que curan tiene los suficientes elementos para mostrar cómo una familia, o sus miembros, pueden enfrentar desafíos cuando uno de los integrantes tiene, como Cameron, un temperamento autodestructivo.
En verdad Cameron (Mark Ruffalo, que siempre fue un actor versátil, pero sigue sorprendiendo su mutabilidad) es un maníaco depresivo, algo que advierte años después de casarse con Maggie (Zoe Saldana, a años luz, por suerte, de Avatar). Juntos tienen dos niñas, y la historia que cuenta la guionista y directora Maya Forbes está basada en su propia niñez.
Lo primero que conviene decir es que Sentimientos que curan está alejada de la película sensiblera, cursi, de llanto fácil, y que la directora no utiliza ni una herramienta manipulativa. Cam se interna para recuperarse de su enfermedad, sale y se encuentra, de a poco, con que su mujer, antes de caer en la pobreza, decide irse a Nueva York a estudiar para poder trabajar y mantener a la familia, por lo que Cam deberá quedarse y hacerse cargo de las niñas. Y de sí mismo, si puede.
Eso es otro asunto.
Ruffalo compone a Cameron como a un tipo mitad impulsivo, mitad consciente de lo que está haciendo, como si esas dos mitades no pudieran congeniar en una sola persona. Así, serán imprevisibles sus comentarios, sus acciones, su andar por la vida. Su personaje es complejo y sufre frustraciones, a la vez.
Y hay que poner en perspectiva y en los años en que transcurre la historia (entre los ’70 y ’80) para comprender cómo en esa sociedad norteamericana Maggie pretendía abrirse camino.
Un filme sobre sacrificios, sí, pero también sobre bondades y lo imprevisible que es el sentimiento humano.