El osito bipolar
Sentimientos que curan (Infinitely Polar Bear -2014-) es la ópera prima autobiográfica, al mejor estilo Valeria Bruni-Tedeschi, de la directora Maya Forbes. Bien lograda desde los matices, alcanza altos niveles en la intimidad de una familia disfuncional y suma puntos extra por nunca caer en el golpe bajo.
Las décadas de los 60, 70 y 80 estuvieron fuertemente marcados por la psicodelia que rondaba en los Estados Unidos, “en esa época todos se estaban volviendo un poco bananas”, dice la voz en off que emula la vida de la directora. Pero si a esto le sumamos la educación de dos nenas, hijas de padre blanco, Cameron -Mark Ruffalo- y madre negra Maggie -Zoe Saldana-, además con un padre diagnosticado maníaco depresivo, el cóctel resulta más que atractivo, no para vivirlo, pero sí para la pantalla grande.
Si hay algo que mantiene en pie a este film debut son las actuaciones, el núcleo familiar formado entre Mark Ruffalo, Zoe Saldana, Imogene Wolodarsky -Amelia-, Ashley Aufderheide -Faith- no puede tener mejor desempeño. Ruffalo y Saldana, adeptos al mundo Marvel - Hulk y Guardianes de la galaxia-, son siempre cartas seguras de instantánea simpatía, empeño por darlo todo en cada personaje y culpables de esas miradas tanto tristes como esperanzadoras que hacen a la imagen de la película casi en su totalidad.
Sin embargo, la sorpresa llega de la mano de las crianzas Imogene Wolodarsky y Ashley Aufderheide, ambas tienen la gran tarea de entrar en la piel de la directora y transitar/transmitir un camino que ningún niño debería. Se las ve en un claro crecimiento de principio a fin, una economía de gestos digna de actores consagrados y a años luz del típico problema infantil de mirar fuera de cuadro por instrucciones.
Tal vez, el espacio más flaco del film de la escritora de Monstrous versus Aliens -2009-, sea en el ritmo. Al igual que su protagonista, Cameron, el largometraje sufre de altibajos muy pegados uno del otro y, si bien la enfermedad de Cam está retratada casi de forma impecable: ataques de nervios y ansiedad para con sus niñas, seguido de arrepentimiento extremo y ternura infinita, el ritmo de la película no cuenta con esa versatilidad. Acaso sea por culpa de la experiencia de Ruffalo y por falta de experiencia de la directora.
Como conclusión, el film debut de la massachutense puede resultar lento, pero es de esas piezas que se aferran a los pensamientos en los días posteriores y la experiencia es totalmente satisfactoria. Por eso alcanza los 7 Santitos.