Séptimo

Crítica de Gregorio Alabares - CineFreaks

Sabor a poco

Luego de presenciar la imparable movida multimediática que acompaña el lanzamiento de Séptimo, el nuevo policial protagonizado por Ricardo Darín, es fácil adivinar de qué va la peli. El afiche, reproducido en numerosas gigantografías por toda la ciudad, nos anticipa -tal vez con un leve escalofrío, por la similitud con El rescate Ransom, 1996, del ultraconservador Mel Gibson- que Darín (o Sebastián, uno de los dos pocos nombres que hace falta retener en la memoria para no perder el hilo narrativo) hará lo imposible para rescatar a sus dos hijos, que desaparecen súbitamente y sin dejar rastros del lugar más cálido, confortable y seguro que todos conocemos: el hogar paterno, bueno, materno, en realidad, porque Sebastián y su esposa, Delia, personificada por Belén Rueda, se han divorciado recientemente.

Así da comienzo esta búsqueda frenética que, por lo inesperado y súbito del motor de la acción, nos recuerda al film homónimo de Roman Polanski de 1988, con Harrison Ford y Emmanuelle Seigner, y también a Tiempo límite (Nick of Time, 1995, con Johnny Depp).

Séptimo y estas dos pelis tienen en común, en cuanto a estructura narrativa, la súbita desaparición, por motivos insondables, de alguien muy querido por el protagonista, que deviene detective y héroe de acción mientras el reloj marca las horas (el tiempo límite) implacablemente. Ahora, concentrándonos en Séptimo, puede decirse que el guión no está mal, hasta es bueno. Al menos, no peca de sobreabundancia de explicaciones, un mal que suele plagar al escritor policial mejor pintado. Otro plus a su favor: la historia es muy simple y va al grano, y el motor de la película -la búsqueda desesperada de los dos hijos desaparecidos súbitamente en el corto trayecto, por escalera, del 7mo piso a planta baja- transforma a un hombre normal y corriente en un experto, intuitivo y altamente funcional pesquisa y héroe de acción.

Los personajes secundarios, que aparecen en los afiches como tal, sólo juegan un par de breves escenas. Deberían completar eficazmente la trama, pero están pintados, tanto el comisario (Osvaldo Santoro), como el poderoso ejecutivo (Jorge D''Elia), y ni que hablar del sempiterno Ziembrowski como el portero. Durante el desarrollo de la peli, el único personaje sospechoso de duplicidad es el comisario, pero el portero, que podría presentar aristas ambivalentes más arriesgadas, no está suficientemente explotado. Ziembrowski se contenta con pararse en el palier con cara de yo no fui. El potencial de una escena como el descenso de Darín y Ziembrowski a las cocheras subterráneas es totalmente desaprovechado de esta manera. A Ziembrowski no le da ni ahí el rango actoral para sugerir una mezcla de pretendida inocencia y oculta perversidad.

El comienzo y el final de Séptimo son similares pero con una diferencia temporal: la hora del día. Al inicio se ve una espectacular toma aérea diurna de Buenos Aires, y al término lo mismo, pero de noche, como lo vería uno desde un avión. Ambas tomas pueden inducir a engaño: a creer que estamos ante una superproducción, pero cuando llegan los créditos finales uno se da cuenta de que la peli está armada en torno a dos actores/personajes: Darín y Rueda. O más bien, Darín, porque Rueda recién al final despliega algo parecido a una actuación.

No obstante, Séptimo está bastante bien escrita y ejecutada, pero es totalmente predecible en su desarrollo, aunque más de un crítico vergonzante diga lo contrario, sobre todo en referencia a la inesperada vueltita del final.

Una serie de interrogantes ayudan a terminar de definirla ¿Está bien actuada? Sí, porque a Darín le sobran recursos interpretativos y cumple, con sobrada eficacia, con un papel que le sale de taquito; ¿La historia es verosímil? Sí, porque los hechos narrados podrían darse en la realidad (y éste es uno de los ganchos: podría pasarle a cualquiera, más aún por la desafortunada coincidencia con el crimen de Ángeles Rawson, secuestrada, abusada, y finalmente arrojada en un container del CEAMSE, como si su cuerpecito fuese basura). La involuntaria coincidencia temporal daría como resultado algo así como: portero + sótano = peligro = crimen).

¿Se pierde en algún momento la verosimilitud y los móviles del secuestro, así como los culpables? Sí, también, en unos cuantos momentos, porque el guionista apura el desenlace bajo premisas poco creíbles.

¿Te deja satisfecho como espectador? Y, digamos que sí, aunque es un producto menor, rutinario, de factura técnica más que aceptable pero no mucho más que eso. No es aburrida, pero tampoco es wow, qué historia, qué narrativa.

Como decía anteriormente, los interminables créditos (con segunda, tercera, y no sé si hasta cuarta unidad) son inusitados. Algo así como un batallón de ambos lados del Atlántico para una película chiquita, filmada en dos o tres escenarios.

¿Hacían falta tantas compañías productoras, tantos técnicos y primer, segundo y tercer asistente? No. Está todo hiperinflado, tal vez por razones cuanto menos sospechosas.

Y la pregunta más importante ¿Funcionará? Sí. La Fox se juega con una salida de 213 copias, la mitad en digital y el resto en 35mm. Una apuesta fuerte, pero segura. Todo el peso lo lleva Darín sobre sus hombros, y su presencia genera expectativa y gran convocatoria de pública, aunque en última instancia la peli, con una resolución facilista y apurada, deja sabor a poco.