Cómo desperdiciar una buena idea
Seamos claros desde el comienzo: Séptimo es bastante mala, al estilo de esos thrillers psicológicos y pretendidamente astutos que Hollywood nos entrega (o más bien, arroja) cada tanto, como 12 horas, Seduciendo a un extraño, Acorralados o Descarrilados (las distribuidoras también colaboran con esos títulos espantosos), que cuando uno los ve, siempre se pregunta para qué o por qué se hacen, o cómo es que tal o cual actor aceptó participar en ese engendro. Normalmente, muchos críticos la descartarían rápidamente, con un texto perezoso de tres párrafos. Sin embargo, un nombre involucrado cambia la ecuación: se trata, obviamente, de Ricardo Darín, a quien encima lo acompaña un elenco fuerte, compuesto por Belén Rueda, Osvaldo Santoro, Luis Ziembrowski y Jorge D´Elia. Y eso obliga a muchos a realizar un ejercicio no tan habitual para ellos, que es el de pensar y escribir un texto más o menos sustancioso. En FANCINEMA, por suerte, no tenemos ese problema: siempre procuramos escribir bien, no sólo con determinadas películas.
Séptimo parte de una buena idea: Sebastián (Darín), un abogado bastante ambicioso y hasta amoral, antes de ir hacia los tribunales, donde lo espera una jornada definitiva de un caso de gran repercusión mediática, pasa a buscar a sus hijos para llevarlos al colegio. Su esposa, Delia (Rueda), de la que se está divorciando, le pide (o más bien le ordena) que no haga el jueguito usual, pero él, para llevarle la contra, lo hace igual: mientras él baja por el ascensor hasta la planta baja, los niños lo hacen por la escalera, en una típica competencia para ver quién llega primero. Sin embargo, cuando Sebastián llega a destino, los chicos no están, no aparecen. Y a medida que los minutos pasan, él se irá dando cuenta que el asunto no es simplemente una travesura infantil.
El problema es que a esa interesante premisa hay que sostenerla a través de una puesta en escena ajustada, mecanismos narrativos sólidos, una trama coherente y protagonistas verosímiles en sus acciones. Y lo cierto es que Séptimo tiene una puesta endeble, una narración totalmente improductiva, una trama insostenible y personajes increíbles. De hecho, su historia se mantiene en pie unos pocos minutos y luego se derrumba por completo. Y esto sucede porque el director y coguionista catalán Patxi Amezcua, responsable máximo del film, intenta remitir a la paranoia del cine de Brian De Palma o a la claustrofobia del de Roman Polanski, pero su visión es cuando menos superficial: piensa que generar suspenso o transmitir angustia es hacer sonar fuerte la música incidental correspondiente a cada caso; que resaltar el paso del tiempo consiste en aplicar un montaje cortante y vertiginoso, o poner a correr a Darín (quien, pobre, transpira bastante la camiseta); o que el método para destacar la importancia de cada secuencia está dado por el nivel de crispación de los actores (que no es lo mismo que los personajes). Hasta se equivoca con la iluminación que utiliza: en vez de usar una luz cálida, que promueva la empatía con lo que el espectador está viendo, recurre a una fría, que distancia por completo, en contraposición a lo que pide el relato. En consecuencia, la película, a pesar de ser muy corta (menos de 90 minutos), da la apariencia de estar terriblemente estirada, quedando enseguida irremediablemente reducida a la mínima expresión de su anécdota. Para colmo, la vuelta de tuerca sobre el final que sirve para explicar el enigma es tan ilógica como previsible. Y estos desacoples estructurales contribuyen a evidenciar otro agujeros del guión, que hacen parecer a Darín el abogado penalista con mayor desconocimiento de las leyes de toda la historia del cine; a Santoro como un comisario que nunca aprendió los métodos para un caso de posible secuestro o desaparición; y a Rueda como una figura femenina sin ningún tipo de autonomía.
Nos queda entonces una pregunta un tanto incómoda: ¿por qué Darín elige filmar esta película? La respuesta puede ser más simple de lo esperado. Uno puede suponer que porque le atraen los personajes ambiguos, que interpelan al espectador desde un lugar con el que no es tan fácil identificarse. En base a sus elecciones, a veces acierta, y otras no. Algunas veces los proyectos que parecen tener un gran potencial terminan naufragando. Séptimo es un ejemplo de esto: un concepto atrayente y una gran decepción.