Séptimo

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Un guión correcto que brilla por una dirección atinada.

Concebir un thriller, tanto en el papel como en la pantalla, es una empresa que requiere de mucha pericia de quienes lo hacen. No solo hay que saber distribuir los elementos, sino hay que saber cómo usarlos, cómo mostrarlos, de modo tal que se evite ––o se suavice el impacto–– de la predictibilidad.

El titulo en cuestión es un ejercicio que tal vez no pase a la historia, pero que merece por lo menos un lauro, por saber llevar la narración de una forma cabal y enganchar al espectador hasta el final, lo que no es para nada un logro menor.

¿Cómo está en el papel?

Sebastián es un abogado algo amoral que está a punto de concluir un caso muy importante para su estudio. Su vida personal, en contraste, no esta tan bien, ya que el divorcio de su mujer esta avanzado a tal punto que solo hace falta su firma. El se muestra reticente, más que nada porque esto le daría la ventaja a su mujer de llevarse a sus hijos a España.

Pero todo eso cambia con un simple jueguito que él juega siempre con sus hijos: Una competencia para ver quien llega más rápido a la planta baja, ellos por las escaleras o el por el ascensor. Todo viene bien, salvo que cuando Sebastián llega a la planta baja, los chicos misteriosamente desaparecen.

Esto es la trama de Séptimo, es más, te diría que con esto se resume todo su primer acto. Es una película que no pierde mucho tiempo en presentar a los personajes; solo gasta lo mínimo indispensable, ya que una vez que se presenta el incidente incitador, solo nos interesa el conflicto y nada más que el conflicto.

El segundo acto de la película está claramente dividido en dos; por un lado tenemos la paranoia del personaje protagonista en la que sospecha que sus hijos pudieron haber sido secuestrados por alguien del edificio, la segunda mitad es la confirmación o no de sus sospechas y el descenso a los infiernos al que se somete su personaje con tal de saber donde están sus hijos.

La galería de personajes se desarrolla, como ya habíamos dicho, en lo mínimo indispensable, por lo que se entiende que el personaje más desarrollado sea el de Ricardo Darín, ya que nos pasamos una gran parte de la película viendo todo desde su punto de vista.

Lo concreto es que es un guion correcto, sencillo incluso; tiene sus elementos estratégicamente repartidos y los puntos de giro funcionan como un mecanismo de relojería.

¿Cómo está en la pantalla?

Séptimo consigue ser el thriller que es por el pulso de su director, Patxi Amezcua. Su puesta en escena consigue que en todo momento estemos preocupados por lo que pasa por la mente de su protagonista. Vamos de la mano con él y nos enteramos al mismo tiempo que él ––la mayoría de las veces–– de todo. Esto se consigue con una puesta de cámara que es prácticamente claustrofóbica, y un montaje que, según la conveniencia de cómo deducimos lo que pueda pasar, estira y achica el tiempo como un chicle; un vaivén que notoriamente contribuye a la tensión.

Por el lado actoral, Ricardo Darín, ya lo sabemos todos, sigue estando genial. Pero no tanto porque dice su personaje, sino de la tensión, la tristeza y la desesperación que muchas veces transmite con solo la mirada. Una expresividad que contribuye al factor identificatorio. Todo esto se aplica a su coprotagonista, la española Belén Rueda. El resto de los intérpretes entregan actuaciones sobrias, virtud indispensable ya que cualquier registro por encima o por debajo habría delatado ciertas cosas.

Sobre la verosimilitud cinematográfica de la abogacía

No pude evitar notar en la función privada que muchos de los críticos pusieron el grito en el cielo por las múltiples inverosimilitudes judiciales que hay en la película.

Si bien son opiniones completamente respetables, aunque el protagonista de Séptimo sea un abogado, la película no transcurre en un tribunal. No es una película judicial. Es una película sobre a que extremo puede llegar un padre cuando no encuentra a sus hijos. La verosimilitud judicial es irrelevante.

¿Se acuerdan de Cuestión de Honor? La película de Rob Reiner, con Tom Cruise y Jack Nicholson (You can’t handle the truth!!!). Bueno, más de uno diría, abogado o no, argentino o no, que el lugar donde transcurre el juicio es donde habitualmente transcurre un juicio en los Estados Unidos.

Ahora bien, si te escucha un abogado de la Naval Yanqui, te cachiporrea la sabiola, te llama tagarna, y te manda al suelo a hacer 50 flexiones de brazos, porque no son así los tribunales en dicha institución.

Esto lo admitió Rob Reiner, quien dijo que al ver los tribunales verdaderos de la Judicial Naval, notó que eran pequeños, lisos y sin ningún detalle. Esto se corroboró también con Aaron Sorkin (The Social Network), guionista de la película y de la obra teatral en la que se basa, quien concibió la historia sobre una anécdota que le contó su hermana, miembro del Departamento Judicial de la Naval Norteamericana.

Como una gran parte de la película transcurre en el tribunal, Reiner y su equipo de producción eligieron trasladarse a uno más tradicional, que era comparativamente más grande ––con más espacio para la cámara–– y más fotogénico a nivel escenográfico.

Estamos hablando de una película memorable, que llego a estar nominada al Oscar como Mejor Película y su director, Rob Reiner, quedó elegido entre los cinco mejores trabajos de dirección de ese año por el Sindicato de Directores de Estados Unidos.

Pero lauros aparte, lo que quiero decir con esto es que, con más de veinte años encima, ¿Que creen que pesó más? ¿Su historia sobre la obediencia debida y los límites de la moral o este “error” de verosímil?

Séptimo no tiene, no quiere, ni pretende tener la misma profundidad temática que esta película. Es un thriller que simplemente ––y sabiamente–– apela a que el espectador se identifique con la sensación de desesperación y paranoia que padece su protagonista, si ellos se encontrasen en una situación similar. La solidez narrativa de la peli debe, en mi opinión, juzgarse en cómo se desarrolla esto y como responde el personaje acorde a esto.

Conclusión

Un guion correctamente escrito que brilla por una dirección con mucho pulso, una factura técnica impecable y un reparto a la altura del desafío. Son 90 minutos que pasan rapidísimo, resultando en un muy buen entretenimiento que cumple con creces lo que se propone.

Eso si, Abogados, a menos que puedan olvidarse que lo son y dejarse llevar por la historia y los personajes, si le buscan el pelo al huevo, seguramente lo van a encontrar.