La pintura en movimiento
Varias son las películas que abordaron la vida de pintores famosos, pero pocas supieron recrear o transmitir de manera interesante dichas historias, tal es el caso de Muerte en Venecia (1971), adaptación que hizo Luchino Visconti de la novela de Thomas Mann, Pollock (2000) con Ed Harris que narra la vida de este genial pintor, precursor del expresionismo abstracto y la adaptación biográfica más explícita que fue Frida (2002), de Julie Taymor, sobre la vida de la mexicana Frida Kahlo.
Esta nueva producción, basada en la biografía de una pintora naïf conocida como Seraphine de Senlis, narra la historia de una sirvienta de pocos modales y pasado incierto que comenzó a pintar de grande y cuya obra trascendiera en el periodo de entreguerras, volviéndose una de las representantes de la pintura Naif.
Una historia sencilla, estructurada en tres partes, que sirve de disparador para la excelente actuación de Yolande Moreau y una sorprendente puesta en escena.
La actriz y directora belga, recientemente premiada con un Cesar a la mejor actriz por su papel en este film, logra componer de forma extraordinaria un personaje que manifiesta en la pintura su carencia afectiva y locura inminente.
Basta una mirada, en algunas tomas, para transmitirnos cierto alo de locura e impotencia en su personaje, que en varias oportunidades recurre a un sutil humor para afrontar sus tragedias.
Un personaje incomprendido por la sociedad, con la particularidad de aquel grupo de artistas denominados naifs que concebían el arte como reflejo de la tranquilidad y despreocupación interior, donde el hombre era representado en sus tareas normales y el tema de la fatiga se convertía en motivo de inspiración, hecho que sale a relucir en varios fragmentos del film.
Un relato cuya puesta en escena pareciera ser una sucesión de cuadros que recrean
Con asombrosa fidelidad, temáticas propias del naturalismo con la simetría y perfección de las reglas impresionistas.
El manejo de la luz, la proporción y ubicación de los objetos dentro del cuadro, y los movimientos de cámara logran construir en cada plano verdaderos cuadros pictóricos.
Cierta prolongación innecesaria del relato, sobre lo que fueron los últimos días de la artista en el manicomio, hace decaer un poco sobre el final un film que centra sus atributos en la estética, la interpretación de su personaje principal y el interesante uso de los, silencios y la música.