Genio y locura según una gran actriz
Sorpresa en los premios César –esos equivalentes franceses de los Oscar–, Séraphine es de esos films que gusta a quienes quieren sentirse inteligentes y cultos por un rato. Anótese como curiosidad, no como demérito: la película cuenta cómo una mujer simple, una señora que se dedica a limpiar casas a principios del siglo XX, es, en realidad, una artista genial, una pintora intuitiva descubierta por un gran marchand. El film, con precisión fotográfica, narra la historia de modo efectivo y a veces efectista: trabaja la actuación a partir de cierto naturalismo (que termina sobreactuado) bien enmarcado en selectos lugares comunes de la Francia no urbana. Por supuesto que, dado que la historia transcurre con la Primera Guerra Mundial en el medio, hay también alusiones a la época, reconstrucción perfecta de autos, casas y calles, mención a otros pintores. Bueno, lo lógico y sin grandes sorpresas.
El otro punto importante es cómo retratar la relación entre el genio y la locura. Ambas cosas, se sabe, son accidentes del intelecto y están muy próximas. En el caso de Séraphine –el personaje, esa mujer simplísima tocada por el milagro atroz de su talento–, es responsabilidad de la intérprete (una excelente Yolande Moreau) hacernos comprensible esa relación. En su Séraphine de Senlis, un ser que incluso si existió en el mundo “real” hay que crear casi de la nada, se traduce con precisión esa línea delgada. Es cierto que, en ocasiones, sus gestos o su rostro parecen caer dentro del lugar común del artista ingenuo y enajenado, pero también que incluso en esos planos, a veces impúdicos, nos convence de que su personaje está vivo.
En cierto sentido, la gran diferencia entre Séraphine y Transformers es que, siendo ambos films de diseño que siguen una receta, en el primero alguien tuvo la amabilidad de darnos un condimento humano que nos permita creer en lo que vemos. En este caso, fue la actriz: el realizador Martin Provost es, apenas, un regista profesional que trata de hacer pasar por bonito lo que, en el fondo, requiere el aliento de lo trágico.