Bueno pero no suficiente
Me acuerdo que una vez tuve un novio perfecto. Este buen hombre se dedicaba y le gustaban las mismas cosas que me gustaban a mí. Era apuesto, decente, trabajador, bastante gracioso y divertido. Y, por si fuera poco, me aceptaba tal cual soy. Lo cierto es que Séraphine es como uno de esos novios agraciados que lo tienen todo. Yolande Moreau y Ulrich Tukur –ignotos por estos lares- se lucen con dos sobrias actuaciones que tienen el buen tino de no caer en excesos ni en lugares comunes propios de sus personajes.
La iluminación, la fotografía, el vestuario y las locaciones funcionan de maravillas a la hora de recrear los contrastes entre la realidad y la vida interior de la protagonista. El mismo Provost cuenta no haber usado colores cálidos en la puesta, precisamente para contrastar la realidad exterior con la paleta de la artista plástica que vendría a ser expresión del agitado mundo interior de la protagonista. Una dirección correcta desde donde se la mire para contar la interesante historia de Séraphine de Senlis, una mujer huraña y anómala, gran amante de la naturaleza -convengamos que no podía ser amante de ninguna otra cosa viviente- que troca plumero por pincel.
La pregunta es si ser correcto es necesariamente una virtud. La corrección y la frialdad a tlejan a Seraphine de cualquier concesión dramática gratuita tanto como de cualquier tipo de sensibilidad. Las actuaciones serán muy brillantes pero nada pueden hacer ante unos personajes que no generan ninguna clase de empatía. Más que una buena pintura, parece un primer boceto que se queda a medio camino a la hora de transmitir una idea.
Algunos de los tantos temas que plantea (la inspiración divina, la marginalidad del artista, el concepto de Arte, la locura como lugar de la creatividad, etc.),
aunque anacrónicos, podrían ser interesantes si hubiera podido profundizar, por lo menos, en alguno. La película termina convirtiéndose en una serie de temas importantes más o menos pespunteados.
De mi novio perfecto, al tiempo, me aburrí, y lo cambié por uno que terminó apuntándome con un revolver. Séraphine es algo así como mi ex novio: correcto a la distancia y sin eso que le dicen “pasión”.