¿Persona o personaje?
En las últimas décadas en nuestro país el cine documental ha pegado un salto enorme expresado en las nuevas modalidades de representación que ponen en tensión la relación entre la ficción y el documental, y comienzan a integrar el relato en primera persona y a adoptar procedimientos alternativos a los tradicionales del género. Esta inscripción del “yo” plantea muchos interrogantes, más allá del tema, que tienen que ver con la forma de enunciación, y principalmente instaura a la experiencia y la subjetividad como ejes necesarios para construir un discurso sobre el mundo, en una época en la que los “grandes relatos” ya no responden a todas las preguntas.
Seré Millones se inscribe dentro de este marco buscando aunar la experiencia de un grupo de ex militantes del PRT-ERP con la de unos jóvenes actores que deberán representarlos en una película, luego de ser seleccionados en un casting. El documental se basa en las relaciones de experiencia-alteridad buscando que la subjetividad de unos transforme la de otros. Como ya dijo Gonzalo Aguilar acerca de algunos documentales argentinos, la pregunta ya no sería “dónde pongo la cámara” sino “cómo se pone el cuerpo a estas experiencias delante de una cámara”. Lo real está asentado en la experiencia de los protagonistas del episodio, pero esta experiencia ya es parte de un pasado y recordarla lleva a deformarla, como vemos en las secuencias en las que Oscar y Ángel improvisan con los actores escenas de su vida e introducen remates chistosos (que seguramente no fueron dichos en el episodio real), o se cuestionan lo verosímil de la interpretación (por ejemplo, si deben o no saludarse con un “hasta la victoria siempre” que seguramente provocará risas en los espectadores).
Si bien el planteo es muy interesante y novedoso, principalmente por el humor introducido en el relato, el cual es atípico en los documentales de esta temática, creo que no termina de funcionar del todo. Los jóvenes son representados bajo una estética a la Gran Hermano con cámaras ocultas en el camarín y en los espejos, y una especie de confesionario donde cuentan ante un espejo lo que les va pasando a medida que se interiorizan más acerca de sus “personajes reales”. Creo que este tratamiento puede llegar a pecar de subestimar a la juventud. Incluso en un diálogo que mantienen los actores en el camarín y que vemos gracias a estas cámaras ocultas, (seguramente guionado como gran parte de la película) demuestran gran ignorancia para con la historia de la militancia guerrillera pero a un nivel que yo juzgo exagerado. Y como venimos reivindicando la subjetividad, me parece justo hablar desde la mía más explícitamente. Tampoco termina de funcionar la inserción de escenas de Espartaco de Stanley Kubrick, basada en la novela homónima de Howard Fast, que manchan la película de un tinte épico que venía evitándose. A pesar de estas cuestiones, celebro la originalidad y el trabajo del equipo de investigación, y me parece que es un gran paso para el cine documental acercarse a esta visión tan creativa de la realidad.