Aclaro algo como puntapié inicial: entré a la sala dejando de lado y poniéndome como objetivo descartar cualquier tipo de crítica snob, del cinéfilo elitista -que no soy para nada- y sobre todo del prejuicioso -que sí suelo ser-. Y es por eso que, más allá de la precariedad fílmica de Sex & The City 2, lo peor (y que realmente se presta a una discusión interesante y que ameritaría varias horas) es el mensaje que subyace a toda la película.
Al igual que en la exitosísima serie de TV y la primera de las historias llevada a la pantalla gigante, tenemos a las cuatro mujeres viviendo en Nueva York, cada una con su drama personal a resolver, y siempre contando con el resto del grupo como columna vertebral.
En esta ocasión, Carrie -Sarah Jessica Parker- está en plena crisis matrimonial, la clásica situación de si la convivencia apagó “la chispa” de la pareja. Charlotte -Kristin Davis- está agotada de su rol de madre y se siente mal porque, internamente, está un poco harta de sus hijos (a propósito: nada de lo que hace representa el 15% de lo que cualquier madre trabajadora haría, pero ella no puede más…). Miranda -Cynthia Nixon- sufre en su trabajo, siente que es menospreciada por su nuevo jefe, pero no se anima a renunciar. Y Samantha -Kim Cattrall-, como siempre, está con el tema de la menopausia incipiente.
A todo esto, Samantha recibe la oportunidad de viajar a los Emiratos Árabes con sus amigas por cuestiones laborales. De modo que las 4 se van en un viaje de placer para despejar sus mentes. Pero claro: uno se lleva los problemas en la valija cuando viaja…
Como decía antes, las actuaciones y el nivel fílmico (exceptuando a Catrall) son paupérrimos. Pero es el mensaje lo que deja un tono deprimente.
No me malinterpreten: me gusta la moda. Entiendo que alguien quiera verse bien, oler rico, usar ropa elegante. Pero el problema del fetiche es la fetichización del fetiche.
El placer es placentero justamente por ser una dósis pequeña que rompe con la monotonía. No puede ser que una persona se defina según el zapato que use.
Además, el mensaje de fondo es todo lo contrario al de la superficie. En teoría, la historia de Sex and the City viene a poner sobre el tapete la “liberación femenina”, o el hecho de que las mujeres puedan levantar su voz en un mundo dominado por hombres. Y sin embargo terminan haciendo una caricatura que ni el más misógino de los varones hubiera pensado: las mujeres quedan como personas obsesionadas sólo por verse bien, y más que nada, porque el otro piense que se ven bien.
A pesar de esto, espero con ansias la visión de los fanáticos de la serie. Son ellos quienes determinan el valor de éste tipo de films. Aunque es un tanto extraño: en cualquier secuela, un espectador se pregunta respecto de la evolución de los personajes. En este caso, la pregunta de fondo es ¿Qué zapatos usó Carrie?