Más allá de toda calificación, el estreno de la película del rumano Radu Jude es una de las pocas buenas noticias que presenta sobre el final del año la cartelera cinematográfica porteña. Atorados por tanques hollywodenses, los canales de exhibición dejan pasar pocas producciones que no sean las insípidas películas de estadounidenses dispuestos a salvar al mundo. Esta es una propuesta artísticamente atrevida y se celebra su estreno en pantalla grande.
Desde su comienzo, Sexo desafortunado o porno loco se corre de lo tradicional. La primera secuencia contiene escenas de sexo explícito. La historia comienza con la grabación de una pequeña película de porno casero, de las que habitualmente se suben a plataformas para adultos. Filmada por un matrimonio en su propia habitación, la escena es intervenida por la voz en off de la madre de la protagonista, quejándose de los reclamos del pequeño hijo de la pareja. Desde ese momento se hace evidente que el humor va a tener una función central en la construcción del film.
Inmediatamente, a través de un corte abrupto, uso de intertítulos y música de comedia, el director anuncia que lo que vendrá es un ensayo para una película popular. La referencia es una de las tantas formas de utilizar el significado de lo popular con las que jugará todo el tiempo Radu Jude.
Lo que sigue se divide en tres partes bien diferenciadas. La primera es una larga caminata del personaje principal, la docente Emilia Cilibiu, hacia la casa de la directora de la escuela en la que da clases. Emilia es la protagonista del video porno del comienzo, el que circuló entre sus alumnos y los padres.
En esa larga secuencia, Jude construye cinematográficamente la ciudad que, como muchas en el mundo, parece perder su identidad original en esa suerte de pastiche que tiene la fisonomía global capitalista. Vehículos, comercios con productos iguales a los de muchas otras urbes, shoppings con cadenas de comidas y salas de cine, iguales a todas las que podríamos ver acá, allá y en todas partes. Lo urbano global está allí contado.
Esto no es inocente, el realizador rumano arma de a poco una respuesta a cómo interpretar esa referencia de lo popular. Un lugar donde millones de nosotros podemos estar incluidos sin que tenga nada que ver con nuestra identidad ni con los intereses de los sectores mayoritarios.
La segunda sección es una suerte de diccionario sobre definiciones, frases y hechos históricos, que opera con un humor extremo sobre el sentido común. Esa crítica sobre el sentido común también opera sobre lo popular y el conjunto de afirmaciones que pueblan ciertos discursos socialmente compartidos. Jude expone ese “saber popular” como una suerte de espacio vacío que se llena a partir de la disputa que no es sino una disputa por el poder.
El realizador da cuenta de manera irónica del modo en que ese “sentido común” se ordena y a favor de quienes. Las dictaduras, la religión, la sexualidad son definidas en ese diccionario visual con acidez. Sin embargo esas explicaciones no son sino una puesta en evidencia de como se construye la subjetividad de esos mismos millones de las urbes globales. El humor, en este caso, es un mecanismo perfecto para mostrarnos como aquello que funciona como “sentido común universalmente compartido” no es sino una acumulación de afirmaciones cuanto menos de dudosa certeza.
Finalmente, en una escena de antología, se presenta la reunión entre la docente, los directivos y las madres y los padres. El debate sobre lo público y lo privado, originado en la filtración del video íntimo, es algo la mayoría de los participantes no tiene en cuenta. Es tan brutal la negación de lo privado en la secuencia, que una madre muestra con su tablet a todos los presentes el video. Así, con una sencillez notable, Jude deja claro que la noción de privacidad ha sido eliminada, y que las redes han pasado a ser el gran escenario de la vida.
Lo que sigue es una desopilante demostración de hipocresía, intolerancia y violencia simbólica, que escala hasta reconstruir las formas “populares” que adquieren los discursos de derecha en el mundo. Otra vez el sentido común al ataque. El director apela al humor como herramienta crítica, tanto como a la sexualidad expuesta en primer plano, como elementos de ruptura que, al quebrar los discursos tradicionales, permiten reflexionar sobre lo cotidiano. Con ellos construye una estética de feroz radicalidad para repensar el presente en esta pequeña obra maestra.
SEXO DESAFORTUNADO O PORNO LOCO
Babardeală cu buclucsau porno balamuc. Rumania/Luxemburgo/Croacia/República Checa, 2021.
Guion y dirección: Radu Jude, Intérpretes: Katia Pascariu, Claudia Ieremia y Olimpia Mălai. Fotografía: Marius Panduru. Edición: Catalin Cristutiu. Música: Jura Ferina y Pavao Miholjevic. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 106 minutos.