La nueva película del director de «I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians» es una ácida comedia que se centra en una profesora que se graba con su marido teniendo sexo y luego se topa con que alguien subió el video a internet, causándole problemas en su trabajo.
Uno de los directores más originales e iconoclastas del cine mundial –y del rumano en particular–, el prolífico Radu Jude se llevó el Oso de Oro en la competencia internacional del Festival de Berlín, el mismo premio que ya había ganado con su película AFERIM!, en 2015. SEXO DESAFORTUNADO O PORNO LOCO, de todos modos, es un film que poco y nada tiene que ver ni con aquel ni con los que ha hecho hasta el momento. Lo que sí se sostiene a lo largo de su breve pero prolífica carrera es su gusto por el humor absurdo, el sarcasmo y la ironía a la hora de tratar complicados temas de la vida política rumana tanto del presente como del pasado.
Uno de los puntos originales de este film está en haberse rodado en plena pandemia e incorporar el hecho de manera bastante natural a la trama. No se trata de una película realizada a espaldas de un mundo en caos y lleno de limitaciones (como tantas otras películas que funcionan como si nada hubiera sucedido ni sucediese) sino una en la que sus personajes existen en el tiempo presente y con las particularidades de la vida en la actualidad, muchas de las cuales son usadas por Jude desde el humor, especialmente en lo que refiere a los usos (o no) de tapabocas.
SEXO DESAFORTUNADO… puede dividirse en cuatro partes. La primera y más breve hará pensar a algunos espectadores que se equivocaron de película o que, a partir del título, se enfrentarán a un film porno hecho y derecho. Allí vemos, con imágenes de una cámara telefónica, a una mujer teniendo una muy gráfica relación sexual con un hombre que está detrás de cámaras. A juzgar por los llamados incómodos de afuera (que parecen ser de su madre), todo parece indicar que estamos ante un matrimonio que logró escaparse un ratito de la rutina y generarse un espacio para algunas fantasías.
Lo que ninguno de ellos imagina es que el video llegaría a PornHub. No saben muy bien cómo pero todo parece indicar que el marido envió su computadora a arreglar y fue «tomado» de ahí. La segunda parte avanzará sobre el tema, pero de un modo lateral, ya que se centrará más que nada en los recorridos de la mujer –yendo a un supermercado, a la farmacia, a una librería– por una Bucarest que atraviesa la primera ola de la pandemia de una manera, a simple vista, bastante relajada. No todos usan tapabocas, muchos los usan mal y el movimiento de la gente por la ciudad parece grande para esa época.
En esas escenas Radu deja entrever algunos detalles importantes. Por un lado, la agresividad y violencia callejera que la ciudad está atravesando (se putea fuerte todo el tiempo) y, por otro, la incomodidad de la protagonista, que es de profesión maestra, al suponer que muchos de los que se cruzan con ella pueden haber visto el video en cuestión. Jude filma cada uno de sus recorridos en planos largos que invariablemente terminan con la cámara desviando su atención de la protagonista y moviéndose hacia los costados para revelar algo más –algún detalle, una persona, un hecho o simplemente un lugar– acerca de la vida en la ciudad.
El siguiente episodio marca un corte brusco y funciona como un largo y muy divertido separador en el que Jude parece haber usado un montón de planos, imágenes, ideas y humoradas sobre la vida política en Rumania a lo largo de todas las épocas. Como si fuera un noticiero de situaciones absurdas, Jude –que ya ha utilizado versiones de este recurso en otras películas suyas– hace un bizarro repaso por algunos eventos públicos que llamaron la atención del país, junto a otros del ámbito de lo privado o de las redes sociales.
Y luego viene el encuentro entre la maestra y un grupo de padres en el patio de la escuela para discutir el video en cuestión y votar sobre si la mujer puede o no seguir siendo docente de sus hijos luego de esa revelación de su intimidad. Se tratará del segmento más largo de todos y uno muy divertido, con un uso del humor absurdo que por momentos derivará al grotesco, como si estuviéramos viendo una brutal pelea de consorcio. Y lo que surgen allí son los temas centrales del film, en especial la hipocresía de los habitantes de un país que tiene un historial de brutalidades (fascismo, racismo, misoginia, apoyos indiscriminados a un dictador y un creciente chauvinismo) pero que se escandaliza ante la idea de que la maestra de sus hijos tenga sexo en su vida privada.
En medio de reproches, gritos, humoradas y finas ironías ligadas a personajes del país, la película irá pintando a una burguesía en su mayoría pacata (o hipócrita) que es capaz de sacrificar a una maestra pero que prefiere mirar al costado la mayor parte del tiempo ante los cruentos hechos políticos del país, incluyendo la negación de algunos de los personajes respecto a la propia pandemia. Y así, entre barbijos mal puestos, personal de limpieza que corre atrás de todos los participantes con gel o limpiando mesas, sillas y bustos escolares, BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN va construyendo, de manera lúdica pero sin dejar de ser incisiva, una pintura un tanto desesperante de una sociedad con las prioridades trastocadas.